A fines de 1934, cuando el presidente
Salamanca realizaba un viaje de inspec–
ción a la zona de operaciones .del Chaco,
fuP. apresado en Villa Montes y depuesto
por un grupo de militares que formaban el
Comando Superior en Campaña.
Como la situación internacional del mo-
mento era grave
y
el curso d·e la campaña
desastroso, los militares no quisieron asu–
mir las responsabilidades de aquella hora. ·
Prefirieron
encomenda~
los destinos del
país, invocando la Constitución, al vicepre–
sid·ente doctor José Luis Tejada Sorzano,
quien asumió el mando supremo el 30 de
noviembre del referido año.
Tejada se esforzó por mantener al país
en una situación económica que le p·ermi–
tiera continuar la campaña. Hizo cuanto
pudo por dar el mayor .impulso a la guerra,
decretando la movilización general y to–
mando varias otras medidas para corregir
los errores acumulados por el anterior go–
bierno. Pero cuando vió que la guerra se
tornaba cada día más difícil, que el país
estaba ya cansado y que no era posible pen–
sar en la victoria, decidió ir a la paz. Acep–
tó las sugerencias del canciller argentino
Saavedra Lamas para poner fin a la cam–
paña. La Argentina, notando también que
el Paraguay había llegado al límite de su
capacidad militar, empleó sus influencias
diplomáticas para ir a un armisticio.
En un año y medio de administración,
no pudo el presidente Tejada Sorzano efec–
tuar obras materiales de importancia. No
podía. Ni los recursos económicos, ni la
situación política, ni la internacional permi–
tían dedicar la atención a otra cosa que no
fuera derivada del Chaco. Empero tuvo la
satisfacción de poner término a la
sangrj.en–ta y tremenda guerra, como lo expresó él
mismo en uno de sus discursos: "Nunca am–
bicioné para mi patria bien mayor que el de
la paz por lo mismo que reconozco que la
naturaleza ha sido pródiga para ella en do–
nes de todo orden, que bajo su imperio la
harán feliz. Nuestros corazones bolivianos
están llenos de agradecimiento para todos
los hogares que ostentan claros gloriosos
por la ·aJl·sencia de seres que no volverán
más, pero que con el sacrificio de sus vidas
han enriquecido el acervo espiritual de
nuestra raza".
El doctor Tejada Sorzano había nacido
en la ciudad de La Paz, en 1882, en un
hogar distinguido y respetable, constituído
por el doctor Napoleón Tejada y doña Jo–
sda Sorzano, de noble estirpe. Supo dis–
tinguirse y llamar la atención desde muy
niño. Al decir de Arguedas, condiscípulo y
amigo suyo, José Luis era "un mozuelo· ru–
bio, de aspecto jovial pero algo tímido y
retraído, era un estudioso aplicado, un ac–
tivo y dilígente colaborador en menudos
menesteres domésticos". Por esto, frecuen–
temente, la abuela de Arguedas decía a éste
y
a sus amigos del barrio:
-"¡Ustedes deben ser como José Luis!
¡Ese sí que es un niño educado, trabajador,
serio y ... decente!"
Alumno de San Calixto, estudioso
y
cul–
tor de los deportes, "sano de alma e incapaz
de una deslealtad o de un acto incorrecto",
pasó luego a la Universidad de San Andrés,
donde se graduó de abogado en 1904.
Sus primeras inquietudes literarias las
expuso en una de las secciones de "El Dia–
rio", intitulada "Palabras Libres"; después,
en la revista
Puñado de Rosas,
fundada por
don Alcides
Argu~das.
Viajó a Estados Uni–
dos y a París donde perfeccionó sus estu–
dios económicos y sociales; de allí pasó a
Londres, ciudad
cu~as
características pare-
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