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cían más acordes con su temperamento

y

su disciplina interior.

Vuelto al país al cabo de tres años, se

dedicó a los negocios industriales y banca–

rios, hasta el momento de iniciarse en las

inquietudes políticas, "que no fueron nunca

para él ganancia, lucro y, menos, combi–

nación ni negocio. Fué deber, sacrificio, pe–

na y duelo. Supo de las persecuciones y

del destierro. Conoció ese andar errante,

dolorido y penoso del que no se dobla, no

se humilla ni menos tránsfuga".

Afiliado al partido Liberal, fué elegido,

en 1916, diputado por la provincia Sud

Yungas. Al otro año le tocó presidir la Cá–

mara, cuando la sensacional sesión del 5

de diciembre, en que hizo su defensa el ex

presidente Montes. En 1920, a raíz de la

revolución que derrocó al régimen liberal,

se alejó del país dirigiéndose a Estados

Unidos.

En 1931, fué elegido vicepresidente de

la República. Tres años después, el 27 de

"noviembre de 1934, se consumó el golpe

de Villa Montes, que depuso a Salamanca.

Tejada Sorzano fué obligado a asumir el

mando supremo. Al decir del doctor Zalles,

"costó.muchísimo trabajo conseguir su acep–

tación, pues no quería de modo alguno fi–

gurar como uno de los derrocadores de su

Jefe, lo que se consiguió después de confe-

.

"

renc1as y amenazas .

Dieciocho meses pudo gobernar este egre–

gio

ciuda~ano,

ocultando su desdén por

los honores de la función pública a que

había sido llevado. Dispuesto siempre a re–

tirarse a su hogar en cualquier momento.

Según cuenta Arguedas, un día en que éste

fué en busca de su amigo, Tejada le dijo

señalando la percha donde tenía colgados

su sombrero, su bastón y sus guantes:

-"¿Ves? Es todo lo que tengo aquí de

mío. Cualquier momento puedo irme

.a

mi

"

casa ...

Y así fué. En la tarde del 17 de mayo

d·e 1936, cuando iba a ser apresado por

el mayor Germán Busch, se asiló en la le-

gac10n peruana, desde donde pudo enviar

su renuncia, y volvió a su casa "sereno,

pero profundamente amargado y ensombre–

cido".

El doctor Tejada Sorzano era un desta–

cado intelectual, estadista culto, hábil polí–

tico y un hombre de mundo. Tenía la ele–

gancia de un patricio, y eso era en el fondo:

un gran señor. Su devoción por la patria fué

mmensa.

El destino lo condujo fuera del país, pa–

ra que exhalara el último suspiro. Falleció

el 4 de octubre de 1938, en el puerto de

Arica.

GENERAL ENRIQUE

PE~ARAND.A

CASTILLO

(1891)

Después del golpe de estado contra el

presidente Tejada Sorzano, se apoderó del

gobierno el general David Toro, el cual, a

su vez, fué derrocado por

-el

mayor Busch

mediante otro golpe idéntico, el.14 de julio

de 1937.

Busch, proclamándose dictador, gobernó

hasta el 23 de agosto de 1939, fecha de su

fallecimiento. Entonces asumió el mando

otro militar: el general Carlos Quintanilla,

quien tuvo el buen sentido de convocar a

elecciones para constitucionalizar el país.

Los partidos políticos de derecha, coali–

gados, lanzaron e hicieron triunfar la can-

didatura del general Enrique Peñaranda,

"como una transacción ·entre el civilismo

y

el militarismo".

Quintanilla entregó las insignias. presi–

denciales a su sucesor el 15 de abril de

1940.

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