todavía no dan un r·esultado positivo· y se
llaman causas potenciales. Y las hay de
hecho o de acción, y son aquellas en fun–
ción actual; se llaman también causas ac–
tuales. Las primeras produjeron la revolu–
ción de 1809 y las segundas, la independen–
cia de las colonias americanas.
Confirma el as-erto la prestigiosa auto–
ridad del General Mitre, experto en asuntos
americanos, que ha escrito este pasaje de
notable observación: "Estos tres elementos:
el espíritu belicoso, el espíritu comunal o
municipal y
la
preparación laboriosa por
necesidad, con instinto de independencia
individual y de libertad comunal a la vez
que con tendencia a la arbitrariedad en que
la fuerza y la opinión intervenían activa–
mente (Buenos Aires) con más eficacia que
en el resto de América. Así vemos pasar
la colonia de la anarquía al orden, del
absolutismo al sistema electivo y que cuan–
da faltaron a su cabeza los mandatarios
legales, por acefalías ocasionales o por
efecto de revoluciones, el sufragio popular
dió razón de ser a sus gobernadores o cau–
dillos, los que apoyados en esta' fuerza
moral y material se mantuvieron por largos
años en sus puestos, sin provisión real y
contra las previsiones del monarca metro–
politano, dominando a todos con su popu–
laridad y su elocuencia a la vez que con
su habilidad y energía".
La independencia de los Estados Unidos
de Norte América, no fué sino el efecto que
· necesariamente debía seguir a su constitu–
ción social y estado político y económico;
de ahí que fué tan br-eve el período de la
guerra y tan sencilla la fundación de la
gran república del norte.·
·
En la América latina, no. Su posición
geográfica, demasiado al oeste, alejada del
Atlántico, con excepción de las costas sep–
tentrionales de Venezuela y los puertos del
Plata, y relativamente la deficiente instruc–
ción elemental de las masas coloniales y
las restricciones y hasta la clausura impues–
ta al comercio extranjero; el retraimiento de
la clase indígena con respecto del español,
a quien hace una enconada resistencia; la
. lentitud con la que se iban formando las
clases mestiza y media; la obligación im–
puesta a cada súbdito peninsular de no po–
der permanecer más de dos años en Amé–
rica, haciendo así ineficaz y nula la colo–
nización; el aislamiento en que vivían los
pueblos alejados unos de otros por distan-
Casa donde funcionó
el
primer teatro de La P az.
cias inconmensurables, sin contar con el fac–
tor migratorio que renueva
l~s
capas socia–
les; además, su escasísima población; las
preocupaciones de la época, por una de las
cuales los sacerdotes españoles se creían
autorizados a inculcar a los pueblos la doc–
trina jacobita, de que los reyes reciben
inmediatamente la autoridad de Dios; los
priv'ilegios eclesiásticos retenidos por el
patrono español, que con su intromisión des–
virtuaba la acción civilizadora de la reli–
gión, fueron otras tantas causas que retar–
daron la ·emancipación de las colonias sud–
americanas, que aún debieron sostener 15
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