años de una guerra sin cuartel, porque a
todo un ejército de 80.000 realistas dis–
tribuídos en las poblaciones principales,
fué difícil arrojarlo de sus posiciones me–
diterráneas, donde se reconcentraron des–
pués de cada batalla perdida.
Si se toma también en cuenta la inmensa
línea de defensa; la falta de recursos; la
bertad y autonomía, había llegado por úl–
timo el momento de dar fin con el gobierno
colonial, para constituirse en estados libres
y soberanos.
La revolución del 16 de julio de 1809,
en La Paz, expresión social y política del
estado jurídico de los pueblos americanos,
con programa explícito y con los caracteres
Un patio suntuoso de La Paz colonial.
exigua población, que, en 1810, apenas al–
canzaba a once millones de habitantes en
toda la América meridional; la falta de
unidad de plan en la acción; la falta de
cuerpos sólidos de ejércitos, cuya creación
era impedida por las fuerzas situadas en los
puntos de comunicación, se comprenderá
por qué no haya sido cosa tan fácil la in–
dependencia de las colonias hispano-ame–
ricanas, cuyos directores 9-ebieron vencer
los obstáculos de la naturaleza y los incon–
venientes de su misma situación.
LA REVOLUCióN DEL 16 DE JULIO
Después de tres centurias, y en virtud del
inalienable derecho de los pueblos a la li-
definidos de una insurrecc10n
libertaria~
abrió la era de la gran revolución america–
na. Su figura epónima es P,edro Domingo
Murillo, a quien dehe la América meridio–
nal la iniciación de la verdadera lucha por
la independencia. Claro está que la grati–
tud boliviana recuerda la explosión patrió–
tica del 25 de mayo en Chuquisaca, de don–
de partieron heraldos que prepararon y es–
timularon los movimientos subversivos en
diversas capitales de nuestro continente.
Al movimiento insurrecciona! de La Paz
siguió el de Caracas, el 19 de abril de
1810, el cual no obedeció ostensiblemente
sino al reconocimiento del gobierno legí–
timo de Fernando VII, a la protesta contra
Napoleón Bonaparte y contra la regencia de
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