aspiraciones libertarias en una franca re–
belión contra el régimen español.
Hijo de Gaspar Gallardo, era conocido
entre sus amigos con el cariñoso mote de
El Philinco;
se ignora su oficio u ocupa–
ción; pero se sabe que fué mozo de pelo en
pecho. Prueba de ello es que se afrontó
tan resueltamente contra la p·esada máqui–
na del despotismo español. Un hombre hu–
milde pero animoso, que por un momento
echó por tierra el régimen colonial esta–
blecido, desafiando a los opresor·es en fran–
ca y abierta lid: ésa es la verdad.
En la calurosa tarde del
1
Q
de diciembre
de
1661,
capitaneando un grupo de hom–
bres, invadió la casa de gobierno, exigiendo
la presencia del corregidor. Cuando los em–
pleados de éste y los sirvientes le manifes–
taron que estaba durmiendo su siesta, Ga–
llardo gritó: ¡Vamos a despertarlo!; y, en
seguida, desenvainando un puñal, penetró
en los salones encabezando a Juan de Ama–
ya, Alonso de la Fuente, Antonio de Or–
duña, Lucas de Montealegre y el sastre
Juan Ruiz de Rojas;hasta llegar a la pieza
donde efectivamente estaba reposando el
corregidor Cristóbal de Canedo, a quien lo
victimaron a palos y puñaladas, así como
a su primo Juan de Ortega y a varios ofi–
ciales y soldados que estaban en Palacio.
De antemano advertida, la plebe inva–
dió la plaza, apoderándose de la casa de go–
bierno y del cuartel y entregándose al sa–
queo de varias tiendas y almacenes, dió
muerte a algunos españoles al grito de.
¡Muera el mal gobierno! Había triunfado
momentáneamente la rebelión a la voz de
"Libertad para los americanos", que pro–
clamó Gallardo, aboliendo el sistema guber–
namental español, disolviendo el cabildo
y
otorgando, por primera vez, derechos y
li·
bertades desconocidos hasta entonces.
Organizó, en seguida un regular número
de efectivos y, declarándose en campaña,
marchó con ellos sobre Puno, en cuyo
asalto murió heroicamente. Como conse–
cuencia, las fuerzas de Gallardo se disper–
saron totalmente. Empero el asalto de Puno
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fué la ocasión magnífica -para demostrar
elocuentemente la pujanza, bizarría y de–
nuedo del mestizo paceño, dando lugar a
que la ciudad fuera mirada por los virreyes
con ojos recelosos; así se explica su saña,.
encono y crueldad para castigarla con la
infamante horca y su afán de tratar de con–
quistada con blasones y, privilegios a nin–
gún otro pueblo otorgados.
Entretanto, en La Paz, los españoles ha–
bían organizado la reacción. Don Francis–
co de Herquíñigo, enviado por el Virrey,
tomó el mando de 1a ciudad con el título
de Gobernador; hizo ahorcar a todos los
gallardistas ,
que habían quedado en La Paz
y también a los que, derrotados, regresaron
de Puno; restableció el anterior orden de
cosas; impuso severas penas a los rebeldes
y reconoció indemnizaciones para quienes
hubiesen sido damnificados por la revuelta,
regularizando también el servicio adminis–
trativo. Y ahí terminó la audaz tentativa
de don Antonio Gallardo, realizada en ple–
no siglo XVII pudiendo calificársela como
el movimiento precursor de la indepen–
dencia americana, y el movimiento menos
obscuro y menos confuso producido hasta
entonces en América y el primero que pre–
sentó combate a las fuerzas del rey.
La rebelión de Gallardo ya no es una
mera contienda civil, del tipo de aquellas
que se realizaron en los primeros tiempos
de la conquista; fué un desafío resuelto a
la tiranía de sus opresores. Semejante a
aquella
sublev~ción
del pueblo mexicano,
que, cansado del monopolio ejercido por los
empleados del rey y acosado por el ham–
bre, prendió fuego al palacio del virrey
Gálvez, quien apenas pudo salvar su vida
refugiándose en un convento.
TUPAC CATAR! Y EL SITIO DE LA PAZ
Antecedentes.
El primer siglo de domi–
nación transcurrió entre incesantes luchas
civiles, de modo que dicho período co–
lonial no dejó huellas de cultura ni de
civilización ni supo imprimir carácter de-