se entregó, con este motivo, a una semana
de fiestas.
VICENTE LAFITA DíAZ DEL CASTILLO.
Sevillano. Se posesionó el 14 de febrero de
1766. Durante su administración se produ–
jo la expulsión de los
J
esuítas, correspon–
diendo al corregidor la tarea de los inven–
tarios de alhajas, librería, dinero, enseres
y esclavos de la Compañía en la ciudad y
en Obrajes. Bajo su gobierno también se pu–
blicó por bando la ingenua cédula real del
fomento del idioma castellano,
suprimiendo
el aimara y el quechua en el trato entre
patrones
r
sirvientes.
llizo una importante
donación para edificar el segundo templo
de San Francisco.
GASPAn CARRILLO (Marqués de Feria).
Peruano, posesionado en 1778. Como jefe
de una compañía de voluntarios
1
defendió
la ciudad cuando la sublevación de Tupac
Catari. En la República Peruana fué sena–
dor por el departamento de Ayacucho.
LOS PRIMEROS GESTOS DE REBELDíA
"La éiudad más turbulenta y desorde–
nada del Alto Perú", decían con cierto des–
dén los peninsulares, r·efiriéndose a la ciu–
dad fundada por Alonso de Mendoza, y la
historia de los tiempos de la Colonia y de
los de la época republicana vinieron a jus–
tificar tales calificativos, endilgados con
malévola intención.
Sucesos de Zongo y Challana y evan–
gélica actitud de Fray Bernardino de Cár–
denas.
La primera sublevación de los tiem–
pos coloniales, fué la de los nativos de
Zongo y Challana, que se alzaron en el
año 1623, durante el corregimiento de Al–
derete Maldonado, y dieron muerte a sus
autoridades y a más de 30 españoles. Ar–
mados de palos, hondas, lanzas y otros ins–
trumentos de guerra saquearon muchas
poblaciones próximas, amenazando lanzarse
sobre la ciudad. El corregidor organizó,
con auxilio de los vecinos, una regular
fuerza, disponiéndose a la resistencia, sm
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perjuicio de las medidas tomadas por el
virrey del Perú, que destacó de Lima al
general Diego de Lodeña a la cabeza de
una fuerte división de tropas de línea bas–
tante bien armada.
Con ánimo · de dispersarlos, el general
Lodeña se internó en persecusión de los
sublevados, pero tuvo que desistir de tal
propósito en vista de que aquéllos, aban–
donando Zongo, se habían refugiado en lo
más enmarañado y mortífero de las mon–
tañas de Challana, por lo que Lodeña optó
por regresar a La Paz. Entretanto, los in–
dígenas alzados, que habían aumentado en
número y habían recibido auxilios de todas
partes, se tornaban en pavorosa amenaza.
Ante esta grave situación, el Cabildo ob–
tuvo que Fray Bernardino de Cárdenas, de
gran ascendiente entre los nativos, fuese a
restituir la paz a esos pueblos, reduciéndo–
los a la obediencia. Fray Bernardino, acom–
pañado tan sólo por un fraile, se internó re–
sueltamente en dios y consiguió su paci–
ficación en pocos días. Así, pues, un solo
misionero obtuvo lo que no habría podido
conseguir, en mucho tiempo y con toda su
gente y sus pertrechos, el general Lodeña.
Sublevación de don Antonio Gallardo.
Un siglo de sumisión había transcurrido
desde la fundación de la ciudad; un siglo
de opresión, de sojuzgamiento y explo–
tación en mayor grado que en otros pue–
blos, precisamente por las ingentes ri–
quezas que atesora_ba su territorio. Mas .el
pueblo, a pesar de su ignorancia, intuía
destellos libertarios, germinando en su con–
ciencia un mal comprimido espíritu de in–
surrección contra la política de explotación,
contra su in&aciable avaricia, contra la
crueldad de corregidores y mandones, con–
tra los ·exagerados tributos e impuestos. El
régimen español era ya odioso. Por todas
partes en forma vaga e indeterminada, y en
mayor o menor grado, germinaban ideas de
rebelión, hasta que un audaz mestizo, que
responlía perfectamente a su apellido,
A~tonio Gallardo, de acuerdo con otros hom–
bres afines en ideas, cristalizó esas vagas