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deidad cnstiana. El Tambo de Harinas te–

nía por patrona a la Virgen de los Reme–

dios, cuya imagen estaba empotrada en uno

de los muros del

zaguá~.

Andando el tiem–

po, en uno de los patios interiores de esta

casa, se había establecido un garito o sala

de juego, donde españoles y criollos, en-

La imagen de la Virgen, pintada en un trozo de

muro de adobe del antiguo Tambo de Harinas,

dasde donde fué trasladada al altar.

tregados a la timbirimba, se despellejaban

de lo lindo. Allí concurría asiduamente Pi·

zarro Cañizares.

Cuenta la tradición que éste, al atrave–

sar el zaguán, dirigiéndose al garito, mm–

ca descuidaba encender una v·ela imploran–

do la protección de la Virgen de los Re–

medios; pero unas tres o cuatro noches la

suerte le fué adversa; y en la última,

colérico y en el colmo de la desesperación,

atribuyendo a la Virgen su mala suerte,

furioso arrancó su puñal, hundiéndolo en

la mejilla de la imagen, produciéndole una

herida de la que empezó a manar sangre.

En su ceguera criminal, Cañizares no ad–

virtió tal circunstancia y s-e aprestó a ases–

tar otro cuchillada en el rostro del niño

que la Virgen tiene en los brazos, mas la

mano derecha de Ella se interpuso rápida–

mente

impidiep.do

que el Niño fuera herido.

Pero la Virgen recibió otra herida, en el

dorso de la mano.

Cañizares se dió cuenta de su sacrilegio,

cuando vió manar la sangre abundante de

las heridas inferidas a la imagen; y lleno

de terror y arrepentimiento cayó, postrado

de hinojos, ante la Virg·en milagrosa. A la

misma hora, se dice que a la portería del

Hospital se presentó una humilde mujer

que mostraba dos heridas, en la mejilla

y en la mano derecha, demandando cura–

ción, y que luego de haber sido atendida

desapareció.

El heridor, arrepentido, pidió su ingreso

en un convento, donde terminó sus días, en

un ambiente de austeridad y voluntario so–

metimiento a crueles penit·encias.

Hecho público el milagro, los padres

franciscanos trataron de cambiar la ubica–

ción profana de la imagen, llevándosela a

su templo; pero todo el empeño que pu–

sieron para retirarla fué inútil, recogiendo,

más bien, la impresión de que si insistían

podría ser dañada la escultura. En esta si–

tuación, los juandedianos, que anteriormen–

te habían

reclam~do

el privilegio de tras–

ladar la Virgen a su iglesia, alegando que

ella pertenecía al Hospital, ltomaron las

picotas y extrajeron la imagen con extra–

ordinaria facilidad que pasmó a todos,

pues veían en ello la voluntad de la Vir–

gen de los Remedios, que deseaba ser ve–

nerada en el templo de San Juan de Dios,

donde hoy ocupa un lugar en el Altar

Mayor.

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LOS CORREGIDORES DE LA PAZ

En el orden señalado por José Rosendo

Gutiérrez, daremos una breve noticia bio–

gráfica de los corregidores de esta ciudad;

pero sólo de los principales, entendiendo

por tales los que se hubiesen preocupado

por

d

progreso moral y material de la ur–

be colonial o hubiesen ejercido alguna in–

fluencia decisiva en los destinos de ésta.

JUAN

DE

VARGAS. Sucedió a Alonso de

Mendoza. Su síntesis biográfica hemos