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parte, el Palacio Consistorial. El estr·eno

de su templo tuvo lugar en

1552.

Los caminos de La Paz, en sus comien–

zos fueron cuatro solamente, primitivos, y

existen actualmente: el principal, por ser

el

de mayor tránsito, ·era el que conducía

al "Alto de Potosí"; el segundo <:'n impor–

tancia era el que, pasando por

Coscochaca

(puente del Cuzco) y el "Alto de Lima",

conducía al Cuzco, vía Guaqui y Desagua–

dero; en ambos sitios se conservan hasta

ahora las columnas conmemorativas· los

'

otros dos caminos ·eran aquel que condu-

cía a Yungas y el que se dirigía a las

?aciendas de

Río Abajo,

pasando por Obra–

Jes.

Por estas rudimentarias rutas, los con–

quistadores y fundadores de la ciudad de

La Paz y sus sucesores hicieron un comer–

cio· incipiente, transportando sus mercade–

rías desde la altipampa hasta la metrópoli,

así la plata del Potosí como el oro de los

famosos yacimientos de La Paz, y hacían

el tráfico de harinas, de tejidos de ultra–

mar, etc.

La acción vial, como se ve, fué muy li–

mitada; puede decirse que ella se r·ealizó

en razón inversa a la magnitud de la epo–

peya, que eso fué el descubrimiento y la

conquista. Es que a los españoles no les

interesaba sino el hecho inmediato, el pron–

to éxito económico, el enriquecimiento rá–

pido, cuando más rápido mejor, sin cuidar–

se un ardite de la obra durable, de la

consolidación, de la comunicación ·entre los

diversos territorios conquistados y la pa–

tria de allende los mares, ni de la coloni–

zación, que era lo único en verdad perma–

nente y definitivo.

A los cincuenta años de su fundación,

La Paz era ya una población de cierta

prestancia y jerarquía, más espiritual que

material o social; se habían fundado dos

conventos más: el de los mercedarios y el

de los dominicos, ocupando cada uno de

ellos los locales que forman actualmente

el cuartel de la calle Loayza y mercado

de flores y el Colegio Nacional Ayacucho.

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EL PRIMER OBISPO

Se hacía, pues, cada vez más necesario

el establecimiento de una diócesis, organi–

zándose de inmediato el proceso adminis–

trativo canónico, terminado el cual el ca-

'

bildo, bajo la presidencia del corregidor

Alonso de Tapia, elevó al monarca un ex–

tenso memorial pidiendo la creación de la

diócesis. Felipe 111 acogió de muy buen

grado la solicitud y obtuvo de la Santa

Sede la bula del

12

de julio de

1605,

creando el obispado de La Paz y nombran–

do su prelado a don Diego de Sanabria,

que no quiso posesionarse, no se sabe por

qué motivos, gestionando más bien la mitra

de Panamá. En su lugar fué designado

Fray Domingo de Baldarrama y Centeno,

que fué el primer obispo de La Paz. Su

entrada en la ciu'dad y su posesión, reali–

zada el

6

de enero de

1609,

constituyeron

una apoteosis recordada por mucho tiempo

entre los paceños, por las brillantes pro–

porciones que adquirió.

A guisa. de anécdota, refiérese que la idea

y los planos de la nueva ciudad s·e atri–

buyen a tres frailes, los tres de nombre

Francisco: Francisco Morales, el primero

que celebró misa en este lugar; Francisco

Alcócer, fundó la parroquia de

]ancko–

]ancko

y edificó su iglesia, la cual duró

muy poco, como vamos a ver, y Francisco

Laroca, conocido por sus estudios de botá–

nica. Estos tres sacerdotes tocayos, dice el

erudito escritor paceño Padre Jesús Visea–

na, ingresaron a la hoya del Chuquiapu

antes de Pizarro, ignorándose si lo hicieron

por espíritu evangélico, de aventura o de

simple lucro.

Cuenta el Padre Calancha que a los 34

años de la fundación de la ciudad se pro–

dujo el primer deslizamiento de tierra en

La Paz, (habiendo sido el último, el que

se registró el

P

de marzo de

1947,

en la zona de Villa Victoria, línea férrea

de la Estación Central al Alto de La Paz,

ocasionando muchísimas víctimas), en la