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de las protecciones ideológicas de la filo_.

sofía inglesa, de los alcances de la revo–

lución norteamericana y de las reivindica–

ciones enarboladas por la Revolución Fran–

cesa de 1789.

Fueron los Ayuntamientos, cabildos o

municipalidades que vieron ep. la indepen–

dencia un hecho lógico, un resultado natu–

ral de los acontecimientos, un frenesí de

los espíritus idealistas, una oportunidad

para socavar con éxito el régimen político

y social de la monarquía tradicional. Y

confundiéndose con las muchedumbres, lle–

garon hasta ellas y las moldearon con un

ímpetu que hizo estr·emecer por su bravura

y empuje a la misma naturaleza.

FORMACióN DE LA CIUDAD

La primitiva población estuvo radicada

en la parte comprendida entre Challapam–

pa y el río Apumalla, sitio denominado

Churupampa. Dos plazas fueron trazadas,

dice don Luis S. Crespo, una para los es–

pañoles, la actual

Alonso

de

Mendoza,

y

otra para los indígenas y que hoy forma

la

avenida América.

La Casa del Cabildo

dominaba a ambas. Una acequia descubier–

ta corría desde las alturas de Munaypata,

atravesando las dos plazas. La acequia fué

cerrada ya en tiempos de la República.

Al lado del caserón de Huayna Capac,

al mes cabal de la fundación de la ciudad.

levantaron los conqujstadores el .

p~ir~er

templo, rodeado de un espacioso atrio,

inaugurándose la primera parroquia bajo

la advocación, primero, de San Pedro

y de San Sebastián, después. Quien eligió

el lugar y trazó el diseño fué el alarife

Juan Gutiérrez Paniagua. La vereda nor–

este de la Plaza fué destinada a puestos de

venta de lanas de colores, Cunti-uyu, que

hoy se conoce con el nombre de Condeuyo.

Hacia el este, se levantaba el enorme ca–

serón del cacique Kirkicha. Por el barrio

de

Larkapata

avanzó la población hacia la

región conocida hoy por la zona de San

Francisco, diseminadas por doquier, sm

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orden ni simetría. La población tuvo tr·cs

pulperías en la plaza, en tiendas con dos

puertas, según la costumbre de la época.

El primer sacerdote que atendió la pa–

rroquia de San Pedro, después San Se–

bastián, fué el cura Juan Rodríguez. Éste

bendijo el primer templo de La Paz y ad–

ministró el sacramento del bautismo a los

primeros niños nacidos en· esta ciudad. La

Virgen de la Asunción, cuya imagen se

venera hasta hoy en e&e templo, fué obse–

quiada por el Emperador Carlos V (Luis

S. Crespo).

El primer puente que se construyó, fué

sobre el río Apumalla, donde fuera hasta

hace poco la calle Lanza, para vincularse

con la región de San Franeisco, habiendo

sido el mismo Gutiérrez Paniagua quien

señaló el lugar y trazó los límites del con–

vento de los Franciscanos, los que alcan–

zaban en extensión hasta las actuales calles

Illampu, Graneros y Sagárnaga.

El segundo templo de la ciudad, dice

el

Padre Diego de Mendoza refiriéndose al

de San Francisco, antiguo, era de una nave

cubierta de madera labrada y dos capillas

colaterales, con el coro alto, por caer en

un barranco como los demás edificios dei

pueblo. La sillería era toda de madera

de cedro labrada medianamente. En cada

esquina del claustro principal tenía un ta–

bernáculo de muy devotas pinturas de la

vida de San Francisco y altares para las

procesiones en las festividades del conven–

to. A la mitad del claustro, en medio de

una arboleda, tuvo una fuente de alabastro

que después fué trasladada a Copaeabana.

Las sacristías mayores, ·espaciosas; lo mis–

mo que el refectorio y demás dependen–

cias; la huerta, capaz y abundante en hor–

talizas, mas no en árboles frutales, por ser

el temple más frío que cálido".

Después de los Franciscanos se estable–

cieron los Agustinos, en un extenso solar

cedido por los esposos Rivas-Sansoles, si–

tuado más abajo de San Francisco, al otro

lado del Chuquiapu, que después fué en

pequeña parte la Recova y hoy, en mínima