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lULIAN SANTISTEBAN OCHOA
porque sólo descenCiía de éstos por línea materna siendo así que sólo podía
haber titulación de tal por el tronco paterno; que en la mayoría de las casas
él relata los hechos por haberlos oído a sus mayores o visto todavía en su
infancia y mocedad, pero que pasados cuarenta años estos recuerdos debían
estar perdidos en el cerebro de un
septuagenario~
que es utópico que sus
compañeros de gramática y escuela, pasado tanto tiempo le enviarcm datos
de sus respectivas provincias hasta España sacánd,olos de sus "archivos" fa–
miliareS; finalmente, hasta duda de la sinceridad de los sensores y áprobr–
dores de su obra en I.J,sboa y Córdoba,
respecti~amente,
porque llega a creer
que el propio Garcilaso los redactara para su autoalabanza y su S\J,tilísima téc-
nica de persuación.
·
Por otro lado su exaltación máxima de la
polítl.cay
misión civilizadora de
los Incas convierte a éstos en doce apóstoles c:¡ue se sucedieron en el poder
sin interrupción: y en forma pacíficamen,te
patriar~al;
que su tarea
rué
no con–
quistar la:s tribus numerosas del Tavrantinsuyo, sino atraerlos por persuación
y el buen trato, como unos redentores sacrificados que se veían forzados a
veces a usar las armas muy· a su pesar, siendo así, como lo prueba con la ccr
laboración de muchos crqnistas de peso, tanto peruanos 'como hispanos, lo
contrario, que fueron bárbaros, crueles, sanguinarios, que
se
sucedieron en
,
el poder tras luchas cruantas de familia' o 9e·dinastía, que degollaban sin pie-
dad a los vencidos como 16 prueban las
·topo~imias
que aún existen, como
"Yawar
Ko~ha.",
"Yawar Pampa", '"Tumi Pampa" (la lBfJtina de sangre, Ia
pampa de sangre, la pampa del cuchil}o, etc.); que usaron sacrificios
hu'm~nos
y
hasta t"Í.l.vieron vicios nefandos y anhnalescos·, que
Garcil~so
los niega
rotundamente. Respecto a 1as conquistas, dice, siguien9o siempre a Sarmien•
to
prihcipalm~nte,
q\.le la 'expansión· del Imperio fué violenta, es decir, que
el señorío ,del, 9usco era pecrueñp (de Andahuayias a
h.ya"viri cuando más)
·hasta la época del Emperador
Pachacu~ej
y que con sus ilustres descendientes
llasta Wayna Kéapaj se expandió .rápida
y
velozmente a todo lo que formó
el Imperio a la llegáda.
de
los españo!es, hechos que también los prueba con
el· estudio analítieo de los principales cronistas.
Hay mucho de verdad en la
im~ugnación
de don Roberto Levillier. La
expansión incaica., 'la:;; l;mrc;las prácticas que todavía usaron ' los incas, sus
cruentas luchas intestinas para obtener la 'borla ·imperial o ''mascapayciha", del
trato cruel con los vencidos, etc., son aportes valiosos para
La
crítica y ser
bre todo para la' técnica del estudio de 'ny.estra hi-storia nacional; desgraciada–
mente esta brillante técnica histórica del escritor argentin0 que
ha
demostra–
do amar al Perú en sus múltiples obras y en la exhibición de valiosos
dO–
cumentos inéditos; se deslustra con su, fanatismo
Y.
los procedimientos que
usa paia enalteder a su personaje, el V'j.rrey Toledo, y a su cronista, don Pe–
dro de
Sarmi~nto;
se entrevé claramente que su apología a este \Íltimo "crcr
.
(
.
.
nista y su detraccri8n a Garciláso es por en,Vtecer y justificar demasiado a un
person~je
inscrito en
al-
l~yenda
negra del Perú, de don Franciscp de. Toledo
a .quien quiere rehabilitarlo a
1
todb trance y justificando los medios por el