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JUUAN SANTISTEBAN OCHOA¡
glosa de
int~rprete
en muchos vocablos indios". El año
1609,
dedicado a
la Princesa de Portugal· Duquesa de Braganza, salía a la luz la primera parte
de los
Co~entarios;
la segunda salía en Córdoba el año
1617,
cuando ya los
ojos IQ.Ortales del autor no las pudieron v.,er.
Ep la alborada primaveral del 23 ó 24 de abril de
1616,
•fa!leció en Cór–
-doba ellnca·Garcilaso de la Vega Chimpl.loillo, muy devota y €I'istianamente,
enterrándose en su semimoruna Catedral, en la Capilla de las Animas, en
donde todavía hasta hoy arde una lámpara votiva, símbolo de la fé en Dios y
-de la patria <we él fundara.
U~a
losa cubre los mortales despojos y junto al
-epitafio se ve un escudo, en donde los blasones de vieja estirpe
ca~
lla.nase entremezclan eternos con los de la tradicional incásica tawantinsuyana, co–
mo la bandera auténtica de la más pura peruanidad. .
Lp. obra principal del Inca Garcilaso, "Comentarios Reale¡:¡ de lós Incas···
ha sido muy discutida, plfindpalmentES en nuestros modernos tiempos, una
vez aparecidos muchos cronistas ·inéditos descubiertos obr-e todo por el gran
americanista -español don Marcos Jiménez de la Espada, desde
1879
_para ade–
lante. .Así tenemos al estudioso don Manuel González de la Rosa y también
.a don José Toribio Polo. El primero desde la "Revista Histórica" de Lima, en
1908,
impugnÓ acremente a Garcilaso y alabó al cronista jesuíta chachapoya.
no Blas Valera, hasta el extremo de "decir que nuestro Inca es un mero pla–
giario de éste; que tampoco es Inca, 'por descender de éstos sólo por la línea
materna y que
e~críbió
fábulas y no verdadera historia. En
1910
el gran his–
toriador ·don José de la Riva Aqüero escribe su· "Historia en el Peru", refután–
dolos en forma definitiva.
.Y
al
cumpli~se
el tercer centenario de la muerte
del Incat Garcilaso
(1916),
~1
gran historiador y erudito
naciona~
en su dis–
·curso de _orden a nombre del Instituto Histórico
d.elCusco y de la Universi-
. dad de San Marco.s de Lima, vuelve a desvirtuar, en forma el-egante, convin–
cent~,
médular y certera, a Jos impugnadores de este gran cronista, haciendo
el elogio más acabado sobre Garcilaso de la Vega Chimpuoill.o. Cuando se le
.
.
'
.
tacha de inexacto
y
novelesco, nos dice: "Garcilaso no podía eximirse de se-
meiántes ataques, glorioso privilegio de sus hullJ:anos mayores .(los historia–
dores Titéito y Salustio, Tito Livio, Mariana, Saint Simón, Michelet y Taine).
'Tampoco era él un frío mediocre amontonador de datoS';' tamibén deséubría
y realzaba las líneas
cap~tales
y dominantes de una cultura y de una época,
'también, bajo las apáriencias materiales, reconocía el Íntimo espíritu y sabía
expresarlo; también en su ánimo, hablaban los profundos instintos adivinado–
res del .misterio de las razas y las estirpes. .¿Cómo no había ae reputársele.
displicentemente un soñador, un iluso, un caprichoso poeta en prosa?" Más
1uego continúa: "Soz:
su~as
esas verdadés qenerales, patrimonio de los his–
ioriadores con almas
d~
poetas
1 •
que se equivocan y yerran en lo accesorio,
pero que salvan y traducen lo esencial. Y es la entraña ,del sentimiento pe–
ruano, en el propio ritmo de la vida de los aborígenees ese aire de pastoral ·
majestuosa que palpita en sus páginas y que acaba en el estallido de una
desgarradora tragedia, ese velo de gracia ingenuo tendido sobre el espanto
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