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JULIAN SANTISTEBAN OCHOA

rrarlo boca abajo, pues si lo hacía boca arriba temieron que_ su Dios al oirlo

acudiera a resucitarlo.

Y así la muerte de ests inca cronista fué el inicio de la -óltima campaña

de. la

conqu~sta

del Perú por los' españoles, lamentándonos

que

su muerte

también nos haya privado de su obra prometida 'sot>re el origen y costumbres

de sus

ante~asados.

I:.a crónica de Titu Kusl., por su facción, es una crónica

1

mestiza, si bien por la persona de quien emana es ilustre y la única de su

género en lo qlfS trata de .,la conquista.

Juan

R~

de Arce......,..Llamado también Ruiz de Albuequerque, por el lu–

g¡:rr de. su nacimiento, la Ville de Extremadura, donde vió la luz por primera

vez, según su propia' declaración, el 19 de Octubré de 1542. Fué su padre

don Martín Ruiz de Arce, notable soldado español que sirvió a su Patria en

las guerras de Navarra, Portugal y Granada, siendo sus abuelos no menos ilus–

tres guerreros que pelearon contra el morq usurpador, según se¡ ve por la ex–

tensa relación de servicios que. presentaran sus descendientes; a ello agre–

garemos

su

progenie extremeña, la tierra de los más grandes y valientes con–

quistadores; lógico era que en tierras de Indias,

1

demostrara su valor y su

herencia de sangre.

·

.

Cuando apenas tiene 18 años pierde a su padre, hacia 1525, y este dolor

es crucial en su vida inquieta y aventurera, parte de su tierra natal, va a Se–

villa y luego rumbo a lo desconocido y misterioso, en pos de una vida .glo–

riosa, o de la muerte, P?rque la vida sin honra no es. nada para el

e~afiol

del siglo XVI. Su crónica,

de~de

Sf?ta época, nos si,rve de buen

qti~a

para

recorrer sus pasos de conquistador de América y del Perú en particular; Se–

vi1la, Génova, Santov Domingo, Jamaica, Honduras, .Chalonna, Naeo, Cholo–

tegamia, Cholata, ·Gomalalaqa, León de Nicaragua, islas de Petronila, Vara

de San Mateo, Guaqui, Achira, isla de laj'uná, Santa Elena, par_9. penetraíl de

lleno en el Perú: Tumbez, Tangarara, Cajamarca, Pombo, Jauja, Vilcas, y llegar

a la ·ciudad capital del Cusca, que también la describe, y luego retornar a

la Península, después de haberse estremecido con las emociones de la Con–

quista, por Pachacarnai, Panamá, Santa Marta, Ía Guayana, y de aHí a Sevilla.

En 1535, después de un año de viaje, lo tenemos de nuevo en España,

·donde probaremos no ya su valor, sino su nobleza; tiene conocimiento que

el emperador don Carlos deseaba socorrer al rey de Túnez cdntra el temible

Barba Rója, y Ruiz de Arce, a quien habíale costado sangre de sus venas,

toda la riqUeza que llevaba, junto con otros sesenta conquistadores, 'se des–

poja: de todo lo que tiene, y entregan a las cajas reales. 800,000 ducados, apar–

te de 100,000 castellanos, de los qu,intos del Rey.

Pero no sólo da dinero y desecha los brazos de la molicie, su espíritu

guerrer~

no se

avi~ne

con la paz

y

ei descanso inútil y ener'{ador; su

de~eo

es

servir a su Dios y a su Rey; la ocasión se le presenta cuando Carlos· V de–

c~ara

abiertas las hostilidades contra Francia; Ruiz de Arce, en compañía de

sus sobrinos Diego y Francisco, se presenta ante

~1

Alcalde de Albuequer-