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JULIAN SANTISTEBAN OCHOA

exagerar ni reducir; es también exacto en sus adtos, y

e'h

esto aventaja al

mismo Cieza; por otro lado, mestizo al fin, tiene tal gracia y soltura en su es–

tilo que encanta y no ca,nsa su lectura. Es de recordar cómo nos describe

tan patéticamente los desfiles, fiestas, recibimientos, exhibiciones, saraos, char–

las y hasta los crímenes, como el cometido por el Virrey en la persona del

factor Illan Suárez de CC!Ibaial, donde llega hasta hacernbs e'stremecer. ' En

resumen, es la mejor obra de consulta ·para estudiar la gran revolución de

Gonzalo Pizarra en el Perú, y urgar. en sus motivos y proyetciones.

Aparte de ello, en el cuarto .libro de los qufhquenariós, hace un parénter

sis en la narración del movimiento pizarrista-carbaíeliano, para narramos, co–

mo él mismo dice, brevemente las cosas naturales

y

grandezas de las pro–

vincias del Perú, de la cultura incaica, sus leyes, costumbres, religión, etc., de

tal manera que puede servirnos para un estudió de la época prehispánica;

llama la atención,

sobr~

todo, la famosa leyenda de la invasión de hombres

gigantes a las costas de Manta y Puerto Viejo (hoy eeuatorianas), sus vicios

y su destrucción por el fuego divino, cD1e ·nos recuerdan a otros cronistas,

como Cabello¡ de

~alboa, Ci~za

y otros; lo raro es que esta invasión, dice, se

realizó ya en su tiempo del Inca Yupanki y cuenta cómo éste la contuvo jun–

tamente qU:e el

~aca

de Chimú. En el libro V trata también, brevemente,

acerca de la conqUlsta de la Nueva España o México, que siempre la llama

Tenochtitlan.

Hasta el capítulo XIV de su obra, confiesa honradamente Gutiérrez, la to–

mó de

lo~

escritos de Francisco de Maldonado, que fué regidor del awnta–

miento del Cusca, quien murió ajusticiado en está ciudad de orden de la Gas..:

ca, en abril dé 1548. · Él marmscrito original se conserva en la Biblioteca pro–

vinCial

d~

Toledo, reunida probablemente por

~1

Cardenal Lorenzana.

Los Quinquenarios, poco estudiados hasta hoy, nos podrán convencer

tnás que ninguna otra obra de los resultados fatales que se desarrollaron en

~1

Perú a consecuencia de las mal atinadas Ordenanzas Reales de 1542, suge–

ridas por el fanático padre De Las Casas, poco amante de la realidad. y de

su· no menos te.starudo aplicador el Virrey Núñez de Vela, cosa que no ocu-

.rrió en México por la prudenCia

y

tino que Tello de Sandoval tuvo en aplicar-

las parciálmente y en

s~penderlas

en parte.

.

Es debido a la· infatigable labor de don Manuel Serrano y Sanz que, en

1904, se aplicó la obra de

Gutiérre:~;

de Santa Clara, en los tomos II, III, IV, y

X, de la colección de Libros y Documentos referentes a la Historia de Amé–

rica~

como una conu_-ibución al estudiq de las 'Guerras Civ;Iles del

~erú~

Gutiérrez de Santa Clara es el único cronista mejicano que se ocupa del

Perú, así como· México tiene a Garcilaso

como

su cronista peruano, en la .Flo–

rida del Inca. Esto puede servir :para hacernos ver. una vez más, la profun–

da analogía, paralelismo y compensación, que por misterioso sino de la his–

toria

gu~dan

nuestros dos pueblos hermanos.

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