JOSE MEJIA
VALE.AA29
rador c9mún. El Ayllu tuvo que involucrar, por esto, a lios
grado? de parentesco más leja!los, tanto en la línea directa
como en la colateraD, para formar, de esta manera, una a–
grupación homogénea que tuviera un sentimiento colectivo
uniforme en lo referente a su propia génesis
y
que se dife–
renciara de las otras_ agrupaciones semejantes por la dilu–
·ción del vínculo consanguíneo próximo sin apartarse de
toda afinidad biológica, simbolizado en el recuerdo de un
antecesor
legendario procreado por la Huaca, antes de
convertirse en el símbolo material
d~l
sentimiento.
(9).
( 9) Los relatos de los españoles
y
mestizos que recogieron las cos–
tumbres indígenas cuando aún conservaban la fuerza suficien–
te para expresar su propio significado social, no prestaron ma–
yor atención a la organizacióµ. de la familia debido ·a que el
Ayllu se encontraba disperso por las necesidades agrícolas.
Sinembargo, Arriaga en su Extirpación de Idolatrías, Cap .
11.
hace un distingo entre provincia, pueblo
y
ayllu; Villagomez
también lo adopta en el Cap. LXII de su Carta Pastoral, cuan–
do dice: ··se juntará todo el pueblo en la plaza por sus Ayllos".
Lo que interesa es que estos compiladores de costumbres ape–
nas si hicieron la distinción familiar esporádicamente pero se–
ñalando la existencia de agrupaciones que eran algo más que
una casa y menos que un pueblo. Es importante advertir que
la nomenclatura adoptada para especificar a la agrupación de
personas alrededor de una misma Huaca, varía según la com–
prensión personal de cada uno, creando así una serie de .sinó–
nimos que daban una idea aproximada de esta institución so–
cial. Garcilazo empleó las palabras linaje y parentela para tra–
ducir el vocablo keschua y Ayllu; Castro y Ortega usan la pa.:.
labra parcialidad; Morúa, a su vez emplea parentela; Cieza de
León, linaje; Dávila Briceño, parentela; Polo de Ondegardo,
ayllo o linaje; Cobo, ··1a familia y ayllo"
ó
··parcialidades
y
parentelaº;
y
Arriaga, parcialidad cuando no usa la misma voz
keschua. A pesar de que las costumbres y usos de las perso–
nas que habitaban el Perú de entonces llamaron profundamen-
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