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-10-

riente, i con un gesto le indicó

que estaba concedido.

Entonces

la bella Coya inició, ceremonio–

sa,

el

baile,- con

el

valiente Ké–

huaT

T

úpac, hermano

del Em–

perador.

Los músicos

Ee esmeraron

en sus mejores

sones, i la ale–

gría comenzó a desbordarse co–

mo un

torrente

<le cristatlinas

aguas.

Como la fiesta

era en ho–

menaje de los príncipes que es–

te añ

0

entrarían a

la categoría

de Aukis,

Manku i todos sus

compañeros estaban ablí presen–

tes.

Era preciso que fueran a–

prendiendo a vivir ,lia.ls

cere~o­

nias i fiestas rituales de la Cor–

te de los Hijos del So'l.

Allí

estaban

también las

prmcesas de la sang;e real, que

dicípula.s

de

maes~ras

Mamaku–

nas, completaban

ya aquel año

su esmerada educación.

Baj

0

·la dirección

de esas

maestras,

'habían aprendido .to–

das las artes

domésticas; esme·

rándos~

en

la confección de e–

sos maravillosos

tejidos taR fi–

nos como tela!:

de araña, que

ora servían

para

~os

vestidos

del Monarca, o para adornar los

soberbios

templos

i

palacios, i

en cuyos tejidos,

briNantes di–

l?ujos hablaban la HirX:oria de a–

quel Pueblo, por •la boca ·azul de

la leyenda.

EJ.las las haibían

enseñado

toda~

las arter del tocado: des–

de el uso de

las yerbas en

~as

que hervían el cabello,- para en–

negrecedo

como el

azabache,

'

has.ta'

el

uso de las oscuras

pin~

celadas que daban a los ojos el

profundo misterio de •las noches

solitarias, nubladélls i sin Luna.

AqueJlas

doncellas

de la

sangre se educaban

también en

las acciones

varoniles, i en las

artes guerreras;

i así como de

las manos de los Amautas salía

hasta el propio

Emperador, de

las manos de severas Mamakunas

salía la Coya, modelo de Empé–

ratriz i de Madre de Naciones.

Entre

ellas

estaban Kori

Ok'lllo", bellísima

i varonil prin ·

cesa, prima hermana de Manku;

Nina Kuri, ·resplandecientt! como

las luciérnaga s; Napáicny, :nelo–

diosa como

el canto de las a–

ves; Munaska,

atrayent~

i

suges–

tiva como una canciór. de amor;

Pichuichiru,

pequeña

i caden–

ciosa como un

gorrión de Kos·

k o; i Kenti,

la más hermosa

1

delicada,

com

0

un

verdadero

pájaro-flor.

Kori Odio era una de esas

sugestivas

bellezas

de Kosko,

que no admiten plural. Junto a

Manku,

parecía un

ánfora del

temp·lo del Sotl.

Ambos hablaban animada–

mente, i ella, ,cubierta de rubor,

como el cielo al rayar

el

a•lba, le

decía

en el divino Runa Simi,

lenguaje del Imperio:

-Mi vo1untad

es tuya: no

s.ólo iré, sino que allí te espera–

ré,

i juntos

escucharemos las

endechas de las palomas en los

moNes

florecidos, junto

a

los

maizales del Sol.

Manku estaba emocionado.

-Kori,- •le dijo-: eres buena

i dulce como una caña de• maíz

de la granja sagrada de Sausiru.

-¡Quién no fuera feliz a tu ·lado,