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-8-

riamente alrededor de la cabe–

za,

1

en

las orejas

a guisa de

zarciHos, aumentando

<isÍ

la her–

mosura de sus rostros.

Contentos

i dichosos, con

esa dicha humana que da la am–

plia

~a·tisfacción

de las necesi–

dades, el

baj

0

pueblo

dispuso

la merienda cuotidiana:

~abroso

c'nupe con tiernos

choc1'os, que

hacían- la d&licia tanto del Em–

perador como

del último yana-.

kuna ..... .

-Ñírkay!: que Mama Kill!a te

dé una buena noche, gritó Kis–

pi al viejo ·padre de Ra:urayma–

na.

Es dulce el trabajo cuando

1!os ojos ven

la

abundanci~

en

·todo lo sembrado.

-1 cuando e1 corazón brinca

feliz en el pecho, como un che–

kollo enamorado, -dijo sonriendo

Ñirkay- .. .. Estás

joven i tam·

bién enamorado . .. .

Luego ¡3.grego trallando

de

ponerse serio:

· -No

obstante,

haces mui

bien en aiabar el trabajo: él es

la fuente de la eterna paz.

Rauraymana aguaitó a Ki.o:;–

pi, i le salió

al encuentro.

El

muchacho saludó:

-Rauraymana:-: ojalá el Pa–

dre Sol t.e conserve siempre ju–

gosa como

la dulce

caña del

maíz ..... ,

1 no pudo

decirla

cuánto

amor quedaba

qentro el cora-

zón.

Ella sonrió emocionada.

-Yo

también · quiero verte

feliz,- dijo

llanamente; pues la

sencillez es la

prueba más elo–

cl!lente del amor.

J\lírkay

~e

.!lcercó a eHos di-

ciéndoles en tono cannoso:

-Ya vendrán días mejores . .

La vejez

puede felizmente

aconsejar

calma a la juventud:

el río se vuelve

suave despué!>

d~

haber rodad

0

la agria sierra.

Entre tanto la tarde agoni–

zaba.

Los c·ampos

comenzaron a

cubrirse del

azul del

cielo; el

verdor se iba entregando mansa–

mente al añil

de las sombras;

los mol1:es i ma'torra:les se iban

0scureciendo, mientras los cielos

iban mostrando

a

l~a

Tierra

su<~

más soberbios lienzos: ora ;n el

oro más bruñido, ora en un ro–

jo sangre; en tonalidades de a–

matista, de rubí, de topacio, de

ocre ..... . hasta

ir

diluyendo

sus colores en

las

~:ombras

si–

niestras de la Noche.

ne pronto la exultante ca–

dencia de una. kena, vino desde

el ba'rrio de 1os

kollas, la que

tocada1 en el interior de un cán–

taro, fue extendiendo

SU'>

notas

de dolor i de tragedia por toda

la ciudad adormecida.

La Luna

fue aJScendiendo

lentamente detrás

de 1os pica–

chos, como un sagrado vas

0

que

la Noc'he, Akl'la

enlutada,

~e

o–

frendara al Padre S01l

De los palacios

i de todas

las viviendas de .la ciudad impe–

riat comenzó

a elevarse gratí–

~imo

rumor de fiesta:

eran los

lnka¡s,

era el Pueblo / del Sol,

que .comenzaba a divertirse, m–

do~

ente i fle1iz.

Kenas, antaras,

tinyas: to–

dos los istruñientos

de la paz,

iniciar.on

danzas alegres, blondas,

suaves, como el-mullido nido de