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de conformidad con lo a–
cordado por los
lnkas para ha·
certo con Pizarro, caso de haber
cumplido
su promesa,
termina–
ton por llevarlos a la tremenda
fortaleza, mostrándosela t.arnbién
exteriormente,
cual
m
desearan
dejarles
completamen~e
anona·
dados con aquella
construcción
guerrera, temor
de les pueblos
conquistados
i
orgullo de los In–
kas.
Los soldados
se
paseaban
en ese imante,
impasibles en la
fortaleza : únos, la pesada maka·
na pendiente
de
su dies' ra ma–
no; i ótros, portando
lo~'
br:Jlan·
tes chukis.
-¡Oh buen Diod- pensó Mo–
lina:- só1o
tu
gran
poder podrá
vencer remejante poderío
1
Pero
a
pesar de todo, tu gran miseri–
cordia me hace v;s1umbrar una
esperanza: la inferioridad de las
armas de los indios.
El
negro est.aba
infinítam~n
te anonadado ... • ••••
Por todas
partes encontr6
Mol'ina muestras de civilización i
de riqueza. Lae mujeres con aus
veatidos de algodón, multicolo·
res, aonreían al pasar o se dete–
nían un
;s~ante
a
contemplarlos.
A
ninguna
le faltaba
una
pequeña alhaja que
incitaba la
codicia del emisario de Pizarra
1
de sus desarrapados compañe-
ros.
/'. cada
paso se
detenían
boquiabiertos, maravilladoa de
conte,,·,plar tanta riqueza.
1 pasaba e) rato, sin que se
dieran cuenta ..... .
Molina t·rataba
a veces de
sobreponerse
a
semejantes im-
presiones, en su anhelo de apa·
tecer muí impor:ante;
pero n1ui
a
su
pesar, volvía luego a dete–
nerse boquiabierto.
Igual cosa les pasaba a los
soldados, de quiel'ICs
él
ni
se
a–
<.ordaba.
l:..n
cuanto
al
negro, parecía
a
ra~os
convertido en piedra.
Los
nobles
sonreían en su
juf;to orgullo,
al
contemplar
a
~sos
hombres
embobados en la
contemplación
de la
riqueza
i
poderlo del IIJlf'erio.
En los campos, los hombres
trabajaban
en
todas
las faenas,
dirijidos por loo kurakas respec·
tívos. Les había par.ado ya la cu–
rioHidad de ver al extranjero.
Los hombres salían en pa–
tadas,
i
matemáticamente cum–
plían su trabajo.
Por todas partes
ce
veía
"l
orden, i
se
olvidaba
la fatiga
con los cantoe.
En
el Imperio,
el trabajo
era una
honra í
la
virtud más
noble.
Mol ina regrer6
al
buque,
hondamente impres:onado. Pintó
a
Pizarro i a los españoles.
T
uro–
pis, con los colorea más saltan–
te&
Hizo mención de las r 'que ·
zas que v1o
por todas
parte! ;
pero
al
pintar
el
~mplo,
llenó a
los españoles del más profundo
aoombro. Contó del friso de oro
que le envolvía como una colo–
sal diadema, i a juzgar po-a: de–
rroche semejante,
i
por la rela–
ci6n que
le hicieron quienes le
sirvieron de guías
i
de intérpre·