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•198-

1

de conformidad con lo a–

cordado por los

lnkas para ha·

certo con Pizarro, caso de haber

cumplido

su promesa,

termina–

ton por llevarlos a la tremenda

fortaleza, mostrándosela t.arnbién

exteriormente,

cual

m

desearan

dejarles

completamen~e

anona·

dados con aquella

construcción

guerrera, temor

de les pueblos

conquistados

i

orgullo de los In–

kas.

Los soldados

se

paseaban

en ese imante,

impasibles en la

fortaleza : únos, la pesada maka·

na pendiente

de

su dies' ra ma–

no; i ótros, portando

lo~'

br:Jlan·

tes chukis.

-¡Oh buen Diod- pensó Mo–

lina:- só1o

tu

gran

poder podrá

vencer remejante poderío

1

Pero

a

pesar de todo, tu gran miseri–

cordia me hace v;s1umbrar una

esperanza: la inferioridad de las

armas de los indios.

El

negro est.aba

infinítam~n­

te anonadado ... • ••••

Por todas

partes encontr6

Mol'ina muestras de civilización i

de riqueza. Lae mujeres con aus

veatidos de algodón, multicolo·

res, aonreían al pasar o se dete–

nían un

;s~ante

a

contemplarlos.

A

ninguna

le faltaba

una

pequeña alhaja que

incitaba la

codicia del emisario de Pizarra

1

de sus desarrapados compañe-

ros.

/'. cada

paso se

detenían

boquiabiertos, maravilladoa de

conte,,·,plar tanta riqueza.

1 pasaba e) rato, sin que se

dieran cuenta ..... .

Molina t·rataba

a veces de

sobreponerse

a

semejantes im-

presiones, en su anhelo de apa·

tecer muí impor:ante;

pero n1ui

a

su

pesar, volvía luego a dete–

nerse boquiabierto.

Igual cosa les pasaba a los

soldados, de quiel'ICs

él

ni

se

a–

<.ordaba.

l:..n

cuanto

al

negro, parecía

a

ra~os

convertido en piedra.

Los

nobles

sonreían en su

juf;to orgullo,

al

contemplar

a

~sos

hombres

embobados en la

contemplación

de la

riqueza

i

poderlo del IIJlf'erio.

En los campos, los hombres

trabajaban

en

todas

las faenas,

dirijidos por loo kurakas respec·

tívos. Les había par.ado ya la cu–

rioHidad de ver al extranjero.

Los hombres salían en pa–

tadas,

i

matemáticamente cum–

plían su trabajo.

Por todas partes

ce

veía

"l

orden, i

se

olvidaba

la fatiga

con los cantoe.

En

el Imperio,

el trabajo

era una

honra í

la

virtud más

noble.

Mol ina regrer6

al

buque,

hondamente impres:onado. Pintó

a

Pizarro i a los españoles.

T

uro–

pis, con los colorea más saltan–

te&

Hizo mención de las r 'que ·

zas que v1o

por todas

parte! ;

pero

al

pintar

el

~mplo,

llenó a

los españoles del más profundo

aoombro. Contó del friso de oro

que le envolvía como una colo–

sal diadema, i a juzgar po-a: de–

rroche semejante,

i

por la rela–

ci6n que

le hicieron quienes le

sirvieron de guías

i

de intérpre·