Table of Contents Table of Contents
Previous Page  220 / 228 Next Page
Information
Show Menu
Previous Page 220 / 228 Next Page
Page Background

..

.

-202..

tar sobre

el

taruka incauto.

. Más de una vez Pedro de

Candia se sintió temblar al

tro~

pezar con el felino, reponiéndo–

!je luego,

al

darse cuenta de que

110

era g¡no una representación,

en oro, artís·.icamente

he~ha, d~l

terrible animal . , ....

1 en la:.; ramas de los árbo–

les frutales, ia cuculí, el chisco, i

otros pájaros, abrían sus picos,

prontos a

·~ntar

.. , ...

-¡Pero todo aquello eo de

oto, plata, cobre

i

piedras pre–

ciosas!,- exclamó, dejando ano–

nadados a sus rompañeros.

-1 lo que jamál:l me cree–

réis,- cantinuó,- en el centro del

jardín hai una fuente que forma

Juega una cascada. Me acerqué

a ella para

1

ener la dicha de

probar

~us

aguas . . . . . . Los in–

dios se rieron; pues cuando me

clel.eitaba imaginándome beber–

las, no me creeréis, me di cuen–

ta de que la fuente era de oro,

1

la cascada era de plata.

Con semejantes relatos. los

españoles perdie¡on el. juicio; los

más estrafalarios pemamientos

llenaron su cerebro

i

lo desqui–

c'aron.

A gritos pidieron a

~

Ca–

pitán

e!

regre~.o

a Panamá, para

· Lraer un fuerte ejército. Ya na–

die se negaría ni· menos dudaría

en tomar parte en la conquista

del País del Oro.

-Panamá entero nos segui–

rá,- · dijo Rivera.

Pizarro, entonces. poniéndo–

!

e de pie, exclamó, lleno de en·

tusiasmo:

Este País se llamará

El

Dorado1 Nosotros comeremos

beber.emos en vasijas de oro i

plata!

Pensó un momento

i

agr~

-Pero antes de volvernos a

Panamá, es menester explorar la

costa más abajo

i

conocer mejor

la extensión i el verdadero poder

de este riquísimo País. Así re–

gre&ar.emos a España a informar

al Reí, nuestro señor, los descu–

brimientos hechos,· i a pedirle

permiso para la conquista.

Se

celebró Consejo de gue–

rra,

i

r;e acordó llevar a cabo lo

que acababa de decir el Capi–

tán.

Martín Felipe se puso mor–

talmente pálido, al comprender

oscuramente lo que los blancos

habían acordado.

Por vez primera le pareció

que estaban cometiendo un sa–

crilegio del cual él participaba,

i

por lo

c~a)

se arrepintió.

Pero la gritería de los blan ·

cos, cuya al'egría no tenía lími–

tes, no le dejó mayor tranquili–

dad para pensar . . . . . .

Para engañar la buena fe

del Tukuiríkuc con un acto de

buena educación, envió Pizano

a García de Jerez para

desped~r­

se de él, como también de Ké–

huar Kuai, sus nobles

i

su pue–

blo prometiéndoles volver.

1 levando el ancla se despi–

dieron de Ja ciudad de · Tumpis,

:::.hi'.O$

de

esperanza3.