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yac
(amador de pobres),
con
que nos ama, compor,tándooa en
todo como verdaderos H1jos del
Sol" .
Luego hizo entrar a los no–
bles pot privilegio, i habló a to–
da su Corte con timbrada v oz:
-No os
sorprendáis por la
venida de los hombres extraños
que sabemos andan por
nuestro~
mares. Lo fatal rodea· a los sé–
res humanos;
i
a~.í
como
la
Muerte
es
fatal, son fata
ler.
los
hechos que rigen el Univeroo. Es
así como por revelación de nues–
tro Padre el Sol,
sabemos que
después
de doce
emperadores
nacidos de su propio seno, ven–
drá un cataclismo que destruirá
nuestro Imperio
i nuestra Reli–
gi6n; que gentes
no conocidas,
traerán nueva
cultura en armas
nuevas e invencibles. En mí se
cumple el número del oráculo,
i
entra el fatal.
'Acaso los hombres aventu–
reros
de nuestros mares, sean
los que el oráculo nos tiene a–
nunciado. De ser así, acojedlos
con benignidad i tratad de infil–
trarlos en nuestra Corte,
a fin
de que conociéndolos, tengáis o–
portunidad
de
dominatlos,
i
nuestra estirpe
siga como hasta
aquÍ, superior
a
los
aconteci–
mientos.
"Mas debo insistir ante vos–
otros, que la unión
i
la
fidelidad,
podrían librarnos de todo desas–
tre. Por eso os encarezco amar
a vuestro Monarca, que yo os
bendeciré desde el seno de nues–
tro Padre,
cuya
llamada estoi
escuchando' '.
Huaina Kápac se
recostó
suavemente en sus
cojines,
se
fue quedando dor.mido.
Apu Rimachi
le
tomó ei
pulso, i embargado por la triste•
za exclamó:
-Ha muerto nuestro Señor.
Las lágrimas
nublaron sus ·
ojos i ca')'Ó de rodillas
junto a
la cama.
Los nobles, las akllas i ñus•
taé, i en especial las mujeres de
Sapan lnka,
lloraban a gritos.
La Orfandad
se presentó
ante
sus ojos,
colmando
sus almas
de tristeza, soledad
i desampa-
ro.
Del palacio
salió un solo,
inmem•o, alarido
de dolor que
~e
fue extendiendo por la ciudad
toda,
i
por la comarca .. . .. .
El mensajero de la mañana
llevó a Kosko la mal<\ nueva del
mal del Empera.dor; los que aca·
baban de partir, llevaban la no–
ticia de. su muerte,
a todos los
confines de T ahuantin.suyu.
Pronto el Imperio todo, fue
un solo alarido
por la pérdida
del más grande i misericordioso
Emperador de la Tierra . . .... .
La Reina
Pac.hasalió en
seguida, i luego volvió ataviada
con sus más bellas galas, como
si fuera asistir a la fiesta de ln–
tip Raimi-.
Los que
la vieron
entrar
!'o!lozando, palidecieron aún más
de emoción. Ya sabían lo que
aquello significaba.
Se acercó, tratando de se–
renarse, junto al Monarca, i lla·
mando por
su nombre
al más
grande Amauta del Imperio, ex•
clam6:
-T Úpac Rimachi:
dame las