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-109-

yac

(amador de pobres),

con

que nos ama, compor,tándooa en

todo como verdaderos H1jos del

Sol" .

Luego hizo entrar a los no–

bles pot privilegio, i habló a to–

da su Corte con timbrada v oz:

-No os

sorprendáis por la

venida de los hombres extraños

que sabemos andan por

nuestro~

mares. Lo fatal rodea· a los sé–

res humanos;

i

a~.í

como

la

Muerte

es

fatal, son fata

ler.

los

hechos que rigen el Univeroo. Es

así como por revelación de nues–

tro Padre el Sol,

sabemos que

después

de doce

emperadores

nacidos de su propio seno, ven–

drá un cataclismo que destruirá

nuestro Imperio

i nuestra Reli–

gi6n; que gentes

no conocidas,

traerán nueva

cultura en armas

nuevas e invencibles. En mí se

cumple el número del oráculo,

i

entra el fatal.

'Acaso los hombres aventu–

reros

de nuestros mares, sean

los que el oráculo nos tiene a–

nunciado. De ser así, acojedlos

con benignidad i tratad de infil–

trarlos en nuestra Corte,

a fin

de que conociéndolos, tengáis o–

portunidad

de

dominatlos,

i

nuestra estirpe

siga como hasta

aquÍ, superior

a

los

aconteci–

mientos.

"Mas debo insistir ante vos–

otros, que la unión

i

la

fidelidad,

podrían librarnos de todo desas–

tre. Por eso os encarezco amar

a vuestro Monarca, que yo os

bendeciré desde el seno de nues–

tro Padre,

cuya

llamada estoi

escuchando' '.

Huaina Kápac se

recostó

suavemente en sus

cojines,

se

fue quedando dor.mido.

Apu Rimachi

le

tomó ei

pulso, i embargado por la triste•

za exclamó:

-Ha muerto nuestro Señor.

Las lágrimas

nublaron sus ·

ojos i ca')'Ó de rodillas

junto a

la cama.

Los nobles, las akllas i ñus•

taé, i en especial las mujeres de

Sapan lnka,

lloraban a gritos.

La Orfandad

se presentó

ante

sus ojos,

colmando

sus almas

de tristeza, soledad

i desampa-

ro.

Del palacio

salió un solo,

inmem•o, alarido

de dolor que

~e

fue extendiendo por la ciudad

toda,

i

por la comarca .. . .. .

El mensajero de la mañana

llevó a Kosko la mal<\ nueva del

mal del Empera.dor; los que aca·

baban de partir, llevaban la no–

ticia de. su muerte,

a todos los

confines de T ahuantin.suyu.

Pronto el Imperio todo, fue

un solo alarido

por la pérdida

del más grande i misericordioso

Emperador de la Tierra . . .... .

La Reina

Pac.ha

salió en

seguida, i luego volvió ataviada

con sus más bellas galas, como

si fuera asistir a la fiesta de ln–

tip Raimi-.

Los que

la vieron

entrar

!'o!lozando, palidecieron aún más

de emoción. Ya sabían lo que

aquello significaba.

Se acercó, tratando de se–

renarse, junto al Monarca, i lla·

mando por

su nombre

al más

grande Amauta del Imperio, ex•

clam6:

-T Úpac Rimachi:

dame las