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b!a [a paz de mí corazón.

~

., ..

-¡Reina 1•••• -,

exclamó el

lnka:- ¿qué

dices? Dí cuál

es

esa amargura.

La entonación del. Monarca

fue tal, que la Reina se &orpren–

dió, i de[•pués de un istante de

vacilación dijo, sin poder repri·

mir la emoción; pues no podía

volver atrás, ni mentir:

-Nob-le

Hijo del

Sol: de

mis anteparados

heredé

Kitu,

que

es

tuyo como mi corazón.

Conforme

a lar leyes

del Sol,

Atau Hualpa será

su Rei, pero

me a:;:·ena no verlo reinar mien-

1

ras yo vivo, i no poderlo dotar

de un ejército propio, mandado

por mis parientes, i cual convie–

ne

a la majestad de un hijo del

Emperador.

Huaina Kápac

se

quedó

pensativo . . . . . .

P~sado

un mo•

mento exclamó:

-Alguna vez lo había pen-

sado ...... .Eres Reina de Kitu,

i dispondrás

de tu Reino; .i el

ejército que tiene a sus órdenes,

quedaráse con él.

1

quedó

contemplando

la

suge~tiva

he·rmo!'ura de la Reina

de Kit·u, que cautivara con eL es–

fuerzo de su brazo i el fuego de

&U

corazón.

La Reina agradecida le be–

só la mano, i se irguió disimula·

da.

Una lágrima

abrillantaba

: us ojos.

Había vencido,

Í'

sus

planes iban

realizándose

como

d su dios quisiera hacerla entre–

ver la victoria final.

Tanto amaba el Monarca a

la Reina, que a nadie llamó la

atención el coloquio.

Entre tantc;>

se acercó Ra-

hua Okilo

í

ofrend6 a Sapan In·

ka

la aquílla rebosante de

la

&o·

ra de Kitu.

El Monarca la recibió cari·

ciooo,

i

brindó con la Coya, que

b i.b.ó

tranquila a sus pies.

.

La sora continuó discurrien·

do por entre los lnka.s, kurakar,

a ltos capitanes tumpis, cañaris i

kitus,

í

por entre las ñus'

ar

i ca:

pitanes de Kosko; i el baile con·

tinuó toda la noche.

La Madrugada, mensajera

del Día,

iba llegando,

cuando

Sapan lnka se levantó

de

su

siento:

-Uirakocha

noe dé

buen

eueño,- exclamó.

Los nobles

comenzaron a

salir después de presentar su ho–

menaje al Señor de la Tierra.

La Reina aprovech.S <\el is–

tante para acercarse

a su hijo,

el lnka Atau Hualpa, i le dijo:

-Hijo del Sol:

tuyo

es

el

Reino de mis

anteparados, i en

~~ ere~

Rei de -de ahora por vo·

Juntad del Monarca; i el ejérr.ito

de Kiskis i Chalku Chímac, da–

rá brillo a tu Corte.

1

le miró

~1onriente,

aleján·

dose luego.

El lnka

se

quedó

casi per–

plejo; pero inusitada

em-::>c1on

i

alegría se adueñaron de su áni-

mo ... . .. . .

Por las calles, la!l gentes

qu~

recién abandonaban

los hogares

donde

re habían

reunido para

despedir con fiestas la Fier.t.a, se

dirijían a sus cacas, más o menoc

embriagadas:

Únas conversando

en voz

alta; Ótras

cant:lndo, i

muchos se iban bailando al com–

pás de las

tinya~,

dando, de ra·