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nobles que le

seguían . Huaina

Kápac le

sonno.

Rodeábanle

Rahua Oldlo

i ·la Reina Pacha:

sus capitanes, akllas

i

ñu~tas

de

su serv1c1o.

A pesar de sus años, el Mo–

narca

<e

conservaba tan augusto

i

lozano, como en la mejor épo–

ca· de

su

vida.

Su inmutable

semblante i su andar majestuoso,

le daban toda la serena grande–

za que caracteriza

a la divini–

dad.

Hermosí~imo

rostro de un

dios de la guerra; i sinembargo

su pueblo le adoraba por sobre

todos los

lnka~::,

sus ascendientes,

por su piedad i misericordia.

Huáskar extendió los brazos

en reverente saludo, diciéndole:

-Uirakocha, lnti amoroso,

1-

llapa, i todas las

Huacas, con–

serven a Sapan

lnka como a la

uiñai huaina, eternamente lozano

i resplandeciente como un rayo

de

Sol.

-Así te

deseo,

nobilísimo

príncipe,- contestó Huaina Ká–

pac.- Sé bien

venido

como lo

quiere mi corazón.

Con ojor. de kúntur contem–

pló luego su espléndida Corte, i

continuó

en su asiento

con su

::;erenidad de dueño del mundo.

Todos los

nobles, akllas i

ñust:as, que acompañaban a Sa–

pan lnka, sa)udaron

a Huáskar,

con todo cariño,

i

también a su

Corte esplendente.

-Sea bien

venido nuestro

hermano

glorioso,-

dijo Atau

Hualpa.- Que Uirakocha le col–

me de todos los dones, como a

digno he!'edero

del Imperio

d

l

Sol.

-Así le ruego por la salud

del Kápac Apu de Kitu,- contes–

tó Huáskar.

Atau Hualpa se sentó fren–

te a él i así pudo apreciarse

la

diferencia de los hermanos.

Un poco más

alto

que

Huaskar, tenía el cuerpo nervu–

do, duro i enérgico . La nariz un

tanto más

encorvada, le daba

un aire de inteligencia i sagaci–

dad; el mentón delataba su fir–

meza

e inquebrantable

re~olu­

ción; los ojos, semejantes a

lot;

del águila,

le daban cierto aire

de Hereza i tenacidad ; pero no

obstante los pormenores, el con–

junto era atrayente i hasta cim–

pático, con una

hermosura de

hombre de guerra, que

se

esfor–

zase

en presentarse

amable a

fuerza de no querer causar a na–

die la menor

repugnancia o te–

mor.

En

ese momento,

Atau

Hualpa

parecía meditativo, lo

cual daba a

~u

rostro la más no–

ble impresión.

La fiesta se brindó fervoro–

sa

i

llena de dicha, con la fres–

cura de un akll.a que se esforza–

se por ser agradable al dios Sol.

1

así fue pasando la Noche,

basta entregarse

a las

canctas

del Día, sin que

a nadie re le

ocurriese pensar

que la pasión

del Monarca iba a poner al Se–

ñorío de Kitu

frente al incon–

movible T ahuantinsuyu.

En

efecto: al día siguiente,

Sapan lnka reunió

su Consejo,

e

hizo

concurrir a él a todos

~us

hijos, todos sus nobles, kurakas

i

capitanes

que acompañábanle