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cionado homenaje, rogándole que
• desterrase los males i alejase las
pestes i las desgracias.
~Oh,
Inti, Señor;
Pad.rea–
moroso: aleja de nosotros i de
nuestros hogates los males
i
las
desgracias,
i
danos la felicidad i
la paz.
El Sol, regocijado,
parec1o
e!:;cuchar la solemne imprecación,
i por un milagro de
la fe, los
enfermos
se sintieron
sanos, i
hombres, mujeres i niños se
sin~
tieron poseídos de extraña vita–
!il.ad,que
se
manifestó en
,el
ru–
bor
de sus rostros,
fulgurantes
bajo el Sol de la
mañ~na.
En palacio se comió
el
pan
sagrado con
la misma
unción
que en los más humildes hoga-
res.
Luego salió de la fortaleza
un lnka de la sangre real.
V
es–
tía hermosa túnica recamada de
oro
i pedrerías,
ajustadas
las
~ienes
con
el
J.
autu
de oro de
las ceremonias
regias, i portaba
un gran chuki
con punt;a i ani–
Íios del mismo metal,
i
con' un
penacho de pluma::.
de diversos
colores.
Bajó
velozmente,
con
el
manto amarrado a
la cintura, i
llegó hasta
la plaza, donde le
esperaban cuatro lnkas ricamente
vestidos, i con chukis iguales a
los que el mensajero traía·.
Tocó con
su chuki los de
los otros nobles, diciéndoles:
-Soi mensajero de lnti, nues–
tro Padre i Señor:
él me envía
para istituirles en mensajeros di–
vinos que destierren las desgra–
cias i males
de la
ciudad i la
comarca.
Los cuatro lnkas partieron
como cuatro tiarukas,
cada úno
en la dirección
que se hallaba.
hacia los cuatro puntos del hori–
zonte, mientras
toda la gente,
al mismo tiempo, en las puertas
de sus moradas, sacudía sus ves–
tidos i la ropa que tenía dentro,
i
hacía como quien
se limpia la
c.ara i toci'O' el cuerpo,
i luego
corno quien arroja
los males
i
las desgracias,
dando al mismo
tiempo alaridos i gritos de ale–
gría i de fiesta.
-Males
i
d·egraciasl:
¡lejos
de mí i de mi hogar! ....... -;
gritaban estremecidos.
Los emisar.ios
del
Sol co–
rrieron así un cuarto
de legua,
siendo
remplazados
por otros
cuatro, i así suceúvamente, has–
ta alejarse
del pueblo,
donde
los últimos mensajeros clavaban
los chukis ordenando a los ma–
les
i
desgracias,
en nombre de
lnti, no pasar de allí hacia aden-
tro ..... . . .
.
Luego la gran plaza de Tu-
mipampa fue
llenándose de to–
dos los nobles,
hombres, muje–
res i
niñ.os, engalanados para u–
na de las cuatro grandes fiestas
del año.
E! oro i las pedrerías reful–
gían al Sol, incendiando la pla–
' za
i
los muros de los palacios
que la enmarcaban.
De la fortaleza bajaron cin–
co veces mil makaneros, llevan–
do pesadas makanas de chonta,
.guarnecidas con puntas de bron–
ce, ejercito
que rodeó
i dejó
dentro a .la concurrencia.
Apenas el Uíllac, Sacerdote
de1 Sol,
acompañado de otros