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-94~

cionado homenaje, rogándole que

• desterrase los males i alejase las

pestes i las desgracias.

~Oh,

Inti, Señor;

Pad.re

a–

moroso: aleja de nosotros i de

nuestros hogates los males

i

las

desgracias,

i

danos la felicidad i

la paz.

El Sol, regocijado,

parec1o

e!:;cuchar la solemne imprecación,

i por un milagro de

la fe, los

enfermos

se sintieron

sanos, i

hombres, mujeres i niños se

sin~

tieron poseídos de extraña vita–

!il.ad,

que

se

manifestó en

,el

ru–

bor

de sus rostros,

fulgurantes

bajo el Sol de la

mañ~na.

En palacio se comió

el

pan

sagrado con

la misma

unción

que en los más humildes hoga-

res.

Luego salió de la fortaleza

un lnka de la sangre real.

V

es–

tía hermosa túnica recamada de

oro

i pedrerías,

ajustadas

las

~ienes

con

el

J.

autu

de oro de

las ceremonias

regias, i portaba

un gran chuki

con punt;a i ani–

Íios del mismo metal,

i

con' un

penacho de pluma::.

de diversos

colores.

Bajó

velozmente,

con

el

manto amarrado a

la cintura, i

llegó hasta

la plaza, donde le

esperaban cuatro lnkas ricamente

vestidos, i con chukis iguales a

los que el mensajero traía·.

Tocó con

su chuki los de

los otros nobles, diciéndoles:

-Soi mensajero de lnti, nues–

tro Padre i Señor:

él me envía

para istituirles en mensajeros di–

vinos que destierren las desgra–

cias i males

de la

ciudad i la

comarca.

Los cuatro lnkas partieron

como cuatro tiarukas,

cada úno

en la dirección

que se hallaba.

hacia los cuatro puntos del hori–

zonte, mientras

toda la gente,

al mismo tiempo, en las puertas

de sus moradas, sacudía sus ves–

tidos i la ropa que tenía dentro,

i

hacía como quien

se limpia la

c.ara i toci'O' el cuerpo,

i luego

corno quien arroja

los males

i

las desgracias,

dando al mismo

tiempo alaridos i gritos de ale–

gría i de fiesta.

-Males

i

d·egraciasl:

¡lejos

de mí i de mi hogar! ....... -;

gritaban estremecidos.

Los emisar.ios

del

Sol co–

rrieron así un cuarto

de legua,

siendo

remplazados

por otros

cuatro, i así suceúvamente, has–

ta alejarse

del pueblo,

donde

los últimos mensajeros clavaban

los chukis ordenando a los ma–

les

i

desgracias,

en nombre de

lnti, no pasar de allí hacia aden-

tro ..... . . .

.

Luego la gran plaza de Tu-

mipampa fue

llenándose de to–

dos los nobles,

hombres, muje–

res i

niñ.os

, engalanados para u–

na de las cuatro grandes fiestas

del año.

E! oro i las pedrerías reful–

gían al Sol, incendiando la pla–

' za

i

los muros de los palacios

que la enmarcaban.

De la fortaleza bajaron cin–

co veces mil makaneros, llevan–

do pesadas makanas de chonta,

.guarnecidas con puntas de bron–

ce, ejercito

que rodeó

i dejó

dentro a .la concurrencia.

Apenas el Uíllac, Sacerdote

de1 Sol,

acompañado de otros