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w.cerdotes menores,

i

seguidos

de uilkas

i

tarountaycuna, (sa–

crificadores)

que conducían los

llamas del

sacrificio,

ocuparon

:u

puesto, cuando las trompetas,

con su ronco vibrar, anunciaron

al

Hijo del Sol,

Huaina Kápac

entró en la

plaza con toda

la majestad. de

su leyenda

divin~.

seguido de

sus mujeres, sus

aklla~.

sus ñus-–

tas, algUnos de sus hermanos i

de sus tíos,

i

:los Capitanes de

~u

Consejo.

La multitud prorrumpió, co–

mo siempre, en un murmulLo ·de

adoración religiosa.

Huaina Kápac tomó asiento

en el usnu imperial,

i

ordenó el

sacrificio.

Cincuenta llamas fueron sa–

crificados,

en homenaje al Pa–

C.re

del Universo . Los sacerdo–

tes examinaron

las entrañas de

los llamas sacrificados,

i

enton–

cer- el Uíllac

se acercó al lnka,

i

después de reverencial 1e ren·

clidamente, exclamó:

-Hijo del Sol:

nuestro Pa·

dre anuncia

días de

ventura

i

solaz para tí i todo tu pueblo.

Salpicó

el rostro,

con la

~angre,

al Monarca

i

a toda ru.

comitiva, ordenando a los sacer–

dotes menores hicieran lo mismo

con el resto de noble&.

'

Luego se retiró, ordenan<lo

quemar el sebo i

la~

entrañas de

los llamas eacrificados.

Entonces

comenzó

La

or–

questa de la alegría; i al mismo

tiempo, bailadoras

excelsas, ini·

ciaron la fiesta, danzando prime–

ro frente al Emperador i luego

ante la columna del sacrificio.

Ricamente vestidas

eon te•

las tan

delicadas

i

vaporosas,

flecadas

de gusanillos

de oro,

con anillos

i

brazaletes del r:co

meta

1,

i ceñida la &ente con un

:Iautu

-de diversos

colores, las

da~zari{las

ejecutaron sagradas

danzas

al

compás de una mús:ca

selecta, tocada por

lOSJ mejores

músicos del Imperio.

Grupos

de

danzarine!l de

los dos [.exos, entraron en segui–

da detrás de los taki koU.i (bai·

!adores sagrados), dibujando ex–

trañas figuras en sus giros, ora

leves, ora vertiginosos.

La danza

de las makanas,

de las huarakas, los panatahuas,

que cau[aban hiLaridad i alegría,

recorrieron

la extensión

de la

plaza, al: són de sus rnusicas res–

pectivas.

La sora ocupó, como en to–

das las fiestas, su puesto de ho·

nor, i con

ella, en

la

aquilla,

brindó Sapan lnka por la

~alud

de los nobles

i

de su pueblo.

Las llamas sacrificados [ir–

vieron, en manos expertas, para

el banquete que se cirvió en pla·

zas i caltes, cuando e}, Astro del

día se fue perdiendo detrás de

los cerro!',después de haber be–

bido la sora con que su Hijo le

había obsequiado,

i de

recibit

el estupendo

homenaje

que su

Imperio le acababa de tributar.

De allí en adelante, el Sol

destruiría las pestes, los males

i

las desgracias, i su pueblo conti–

nuaría adorán<lole como imagen

visible de Dios.

~a

Noche

fue invadiendo,

eomo un ejércitP •rictorioso,

tQ–

da la Tierra, cuat

~o

Tumipam-