Críticos del I nkario
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el Inka Ruqqa hasta Wáyna, en concordancia estricta con las
tendencias y las reformas de los Tarquinios. Agréguese que
en ambas hileras se levanta un personaje tradicional, refor–
mador por excelencia, quien no sólo
atr~e
bajo su nombre
gran parte de la historia dinástica, sino es también autor de
la compilación historiográfica oficial, y su casilla ocupa en
ambas listas un lugar simétrico, porque solamente uno o dos
monarcas lo separan del proceso disolvente que da por tierra
con la respectiva dinastía.
El historiógrafo peruano que por primero asentó el para–
lelismo entre Paehakuti y Servius Tullius, hizo sin duda un
descubrimiento de interés, aunque infortunadamente no lo
sustentara mediante la ilustración de correlaciones sistemá–
ticas, ni mediante el análisis de las fuentes peruanas. Cuando
medito sobre este episodio de la crítica del Inkario, se me
ocurre la imagen de una única ventana abierta en un gran
edificio, y pienso que muchos son los descubrimientos de esta
categoría que esperan su dilucidación y desarrollo, porque
la historia del Perú Antiguo no puede únicamente interpre–
tarse como la recolección de un
folklore,
que fuera conservado
entre los nativos con las sensibles alteraciones propias de
toda tradición, sino, más exactamente, como la refundición
de innumerables motivos folklóricos en una construcción de
Cronistas (españoles o mestizos) del Seiscientos, provistos
de un tipo ínconfundible de cultura histórica, literaria y reli–
giosa. Observa el agudo Jiménez de la Espada, editor 'pro–
fesional' de Cronistas del Perú, que en esos relatos
las cosas
indías suceden a la española, o quizá a la romana o a la griega
(
15 ),
muy atinada observación de orden general, que nos incumbe
-
sin embargo -
enmendar en la forma que sigue: de las
cosas indias los Cronistas relataron
a la española
casi todo lo
( 15 )
MARCOS JIMÉNEZ DE LA ESPADA. -
Introducción
a la
Suma
de BETANZOS,
pág.
III de la I edición, Madrid
1
1880.