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Apéndice B.

LAS MOMIAS DE LOS REYES CUZQUEÑOS

El primero que introdujo el asunto de las momias de los reyes Inka

a manera de criterio para admitir o rechazar la existencia carnal de los

soberanos de la Capaccuna oficial, fué el ya muchas veces mentado MA–

NUEL GoNZÁLEZ

DE

LA RosA*. Sostuvo este agudo escritor peruano -

quien, junto con su adversario polémico el limeño JosÉ

DE

LA RrvA

AGÜE–

RO,

señala en el primer tercio de este siglo el momento más activo de la

renovación de los estudios peruanistas- que no podía darse crédito a la

tradición de Manku Qhápaq, por

~onsiderar

que su 'cuerpo' o 'cadáver'

no figura entre las momias recuperadas por el licenciado Polo de Onde–

gardo, como lo asegura Cobo en su Libro XII (cap. V,

in fine).

Todos

*En la literatura peruanista de fines del 800 encontramos, en un artículo de JosÉ

TORIBIO PoLo, una breve alusión polémica que bien puede ser reputada como un antece–

dente de la atgumentáción de GoNzÁLEZ DE LA RosA.

Vale la pena transcribir el texto: "existía en el Cuzco, metropoli del Imperio Incásico,

un magnifico edificio de piedra llamado Coricancha, que era, no solo una soberbia basilica

erigida al Padre Sol- simbolo de Pachaccama -sino el panteon monumental de los monar–

cas peruanos.

Alli,

en dos hileras paralelas, y frente a frente, vestidos de gala y con sus in–

signias, estaban colocados los Incas, desde Manco I, hasta Huayna Capac, y las Coyas,

desde Mama-Ocllo-Huaco hasta Rahua-Ocllo: sentados estas y aquellos en altas sillas de

oro; como esperando que los Reyes sus hijos fueran á hacerle compañia; y como intentando

desmentir á los que entonces fingían divina su estirpe, y

los que después, en nombre de la crí-

,

tica, quisié'ran combatir la realidad de su. vida

y

su sucesion dinástica"

(J. ToRIBIO PoLo:

M o-

mias de los Incas;

Enero 1877, en el tomo X de los

Docum(}ntosliterarios del Perú

publicado

por el Coronel Manuel de Odriozola; pp. 371-378, la cita pertenece a la pág. 371) el subrayado

del texto es mío.

Es obvio deducir que ya en esa época se advertían los primeros conatos de sopesar crí–

ticamente la masa inconexa de datos que forman el Inkario oficial, y que el celo de los tradi–

cionalistas se empeñaba en la tarea de encerrar a los innovadores en una cortina de humo

retórico, procedimiento que será empleado también en lo sucesivo como único recurso tác–

tico, no carente de eficacia especialmente en los ambientes populares y los semidoctos. La

contraprueba que esgrime J. T. Polo consiste, como bien puede verse, en la referencia que

en el Qorikancha

~e

guardaban los cuerpos de los Reyes y las Reinas de ambas series dinás–

ticas. Su razonamiento es el siguiente: si en el Cuzco se guardaban esos cuerpos, sin que

faltase uno :solo (y los imagina bellamente alineados en rigurosa simetría), quiere decir que

tales Reyes y Reinas existieron en realidad, en el número que consigna la tradición, y en su

ordenada sucesión.