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J.

Imbelloni: Pachakuti IX

de las apasionadas defensas de Garcilaso, Cieza, Montesinos,

Poma, Sarmiento de Gamboa, etc., con que uno que otro

escritor contemporáneo ha creído absolver su anhelo de cla–

ridad, pero ha demostrado a un tiempo poseer escasos cono–

cimientos del sistema y la experiencia crítica de Mommsen,

Schwegler, Niebuhr y Pais.

Que un tal libror-inventario de las transferencias de los

· Cronistas pueda suponerse como ya existente en la literatura

historiográfica del período incaico, es cosa obvia, y bien puede ·

decirse que existe

in potentia,

porque sólo falta escribirlo.

Pero la cuestión que nos incumbe afrontar ahora es otra, y

se deriva de la convicción, a que he llegado mediante la clasi–

ficación de dichas transferencias, sobre la existencia de

dos

categorías, y no de una sola.

La primera comprende las transposiciones de noticias

biográficas, nombres y acontecimientos, del tipo que se ha

ejemplificado en este párrafo, las que no constituyen un

fenómeno desconocido en la crítica de las tradiciones de otros

pueblos, incluídos los clásicos del Mundo Antiguo

(2

3 );

su

( 23 )

Véase, por ejemplo, la personalidad del epónimo de la fundación

de Roma,

Romulus,

compuesta - en lo que atañe a las tradiciones reli–

giosas - de elementos que reaparecen en los cultos instituídos por

Numa

Pompilius,

y-

en lo de las gestas militares- de elementos historiográ–

ficos que reaparecen en la vida de

Tullus Ostilius,

y -

por último - de

elementos institucionales

y

edilicios que se repiten en la historia de

Servius

Tullius

y

Tarquinius Priscus

(sin olvidar que ambos

Tarquinii,

el I

y

II,

son ejemplares duplicados de un único modelo). Igualmente, es inopugna–

ble la identidad fundamental de

Ancus Martius, Titus Tatius

y

Numa

Pompilius,

tres personajes con una sola parte. Ambas series de analogías

han confirmado la idea que, al consolidarse· la composición de los 1pás

remotos motivos en la tradición clásica que nos ha llegado, obró a guisa

de idea central .la conciencia de que el pueblo romano se había engen–

drado del primitivo connubio, racial, cultural

y

político, de dos pueblos:

el latino

y

el sabino. En la sucesión de los reinados se distingue sin difi–

cultad a los representantes de esos dos pueblos, dispuestos en ordenación

alternada:

Romulus, Tullus Ostilius

y

Servius,

fieles al prototipo latino,