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tú sabes en qué manos ha caído. -

H;uarpa, ¡.'oh río to–

rrentoso .que corres por las quebradas profundas!, -

recibe

mis lágrima:s, -

y

crecido con ellas tu caudal, -

detén la

fuga de mi bien

amada~

-

Dime: ¿qué puedo haeer, triste

'

pichón abandonado sobre la orHla de este río? -

¡Ay!, me

entretengo en recoger arena - mi·entras espero el_ regreso

· de la que amo. -

Pero

el~a

no viene, pero ella no vuelve,

¡mi paloma! -

¡Me deja solo! -La arena que he juntado

la regalaré, pues, a otra paloma."

Estas canciones, y cien otras iguales, se repiten en las

. fiestas y las tertulias; se

~as

oye . hasta en las más aparta–

das chozas

y

en la ·soledad de· los pastoreos. El sonido de la

flauta, que a menudo las

acomp~ña,

las convierte t::n verda-

deros gemidqs.

*

Tal-es

~on

las declaraciones de amor

·ent~e -

los qutchuas.

La pasión

salvaj~

de

los

jóvenes indios no admite esperas.

Si su música y sus v·er:sos no reciben respuesta, el hombre

recurre a la violoencia. Busca la ogasión de ·encontrar sola

a la muchacha, sea junto a la fuente, en

a~.g¡qn

.sendero

o mi-entras cuida su rebaño,

y

allí ·1e declara su afecto.

Si ella no le hace caso o

pret~nde

huir, _él le roba brus–

camente el sombrero o la manta

y

se aleja -corriendo. La

pobre niña lo persigue ·reclamando su propiedad; pero pa-

,

'

ra .devolvérsela el .galán le exige una· promesa ·forma.! de

matrimonio y una prenda que le sirva de te:stim·onio del

compromiso.

· Algunos llevan la violencia al _extremo de cortar las

tr·enzas a la recalcitrante, acto que constituy.e para la in–

dia un motivo de .suprema humHlaci-ón. Averg!Olllzada de

mostrarse en público privada de sú más bello adorno, la

infeliz consiente en coha-bitar con su verdugo.

Resuelta así la cuestión del matrimonio entre los in–

teresados, el hombfle avisa a

los

padire:s. Ante -el hecho

· consumado, éstos no ti·enen más remedio que ir a visitar a

la familia de la novl.a, según la costumbre ancestral.

Algunos enamo-r1ados se reúnen cínicamente. Uno de

ellos cUce al otro: "•Cuando ·qui·eras 'iremos a la montaña''.

El indio llega siempre el primero a la cita y toca la flauta

para orientar los pasos de su cómplice. Transcurren así va–

rias semanas o meses de ·concubinato, a título de

huanacuy,

inmoral ensayo que es un qltimo vestigio del paganismo.

La. concerta·ci-ón del matrimonio- se efectúa según un

82.