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los ímpetus angelicales se acrecientan con los compases 'de

la música,

y

sus enemigos, ·llenos

~

terrible pánico, optan

por dispersarse.

Los espíritus celestiales, centeUantes los pechos, los per–

siguen hasta alcanzaT

1

10s,

y,

cogiéndolos de la cola, trazan

con su espada una cruz en la ti·erra. if1os vetn

t~

demonios,

Henos de terror, caen derribados

y

con espantosas mue·cas

simulan los estertores de la agonía. Sus ve!].cedores lanzan

gritos de triunfo

y

apar·entan- pisotear a los caídos; .en se-

guida, con las espadas en alto, ejecutan una danza de la

1.

victoria.

De este modo, los "hijos de Satán" se ven obligados a

morir numerosas veees durante el transcurso d:e su expedi–

ción por las canes de ·la ·loc·alidad.

·-

,

. ·

El quichua

y

su espíritu supersticioso

Creencias primitivas; supersticiones incaicas; hechicerías

actuales

La

filosofí~

religiosa del quiehua pagano establecía una

clara diferencia entre el mundo habitado por los· espí·ritus

y

el de los hombr-es .de carne

y

hueso, creeneias que no han

dejado de influenciar al indio de nuestros días, eristiano,

pero ignorante.

En

su sentir, la tierra

y

·el cielo no son sino

un todo, un gran espaeio cerrado donde se mueven los seres

del Unive-rso. Por otra parte, todo aquel mundo de fanta–

sías, creado por su imagjnación, es para el indíg·ena tan real

y

tangible c.omo .Jo que puede v·er, oír

y

tOcar.

En

~o

que respe·cta a los hechos sobrenaturales

y

fenó–

menos misteriosos, el quichpa los atribuye a un mundo di–

ferente, aislado en el ti·empo y ·en el espacio, y que existía

ya en la époea en que los .dioses "hui.racochas" (espuma de

mar) y los genios maléficos vagaban en

for~a

visible por

la superficie del globo ter·ráqueo.

Este criterio les permite

~ree·r

que el hombre, la bes- ,

tia ·Y e1 objeto inanimado p.ueden transformarse en agentes

superiores y

adqu~rir

el privilegio· de obra-r a su antojo, ya

s-e·a en el cielo o en la tierra. Asimismo, los ·espíritus celes–

tiales también ·ejercen su poder sobre nuestro suelo para

perjudiear o proteg·er a .la criatura humana.

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