.
Mangas.
y.
armado
de
un
antiquísimo trabucó.
El
regundó
personifica a un ánge 1
.
Lleva pantalón azul
y
·amplias ena–
guas d·e percal blanco; dos bandas de te:a · de color azul
celeste le cruzan el
P~·cho._
Tiene la cabeza ·envuelta en un
turbante plateado, donde luce una estr,ella.' Completan su
atavio una espada
y
un ese do. Detrás siguen otros doce
turcos de menor importancia, provistos de flauta
y
tamboril
y de vistosos cinturones de corr,eítas blancas. C'ierra 'la mar–
cha un dia.blo
v~estido
de rojo
y
cubi~erto
el rostro
.con una
horrible máscara. Con su larga cola golpea el empedrado de
la calle, al m'ismo tiempo que hace resonar sus enormes es–
puelas.
D·e pronto, a una s·eñal del org.ani;z;ador, los comparsas·,
como . impulsados por un
r~e.sorte,
empiezan a saltar: San
Pedro, erguido
y
soberbio, agita un
pañue~o
rojo
y
doocribe
am·enazantes molinetes con su arcabuz.
EH
an.gel bai'la en–
trechocando su escudo
y
su e.spada en cada voltereta.
Por su parte, los demás turcos avanzan a compás, for–
mando una línea ondulante que serpentea de un extremo a
o-tro de la acera, m-ientras el demonio, visiblemente confun–
dido por la pres1encia del após.tol
y
del espíritu del cielo,
.
.
se aleja un poco
y
desde aHí hac·e sonar sus grand·es ·e.spue-
Ia:s, para atraer la atención de la gente.
En
cada esquina,
y
obede·ciendo a una
ord~en
del orga–
nizador, los turcos s.e detlenen
y
encierran a San Pedro
y
al angel, lo que
aprov~echa
Sa·tanás para dar brincos a su
alrededor
y_
gesticula·r a su antojo. -cuando llegan a la pla–
za mayor se paran un tiempo más largo, dal}dO ocasión al
demonio para reanudar sus cabriolas
y
brincos.
De pronto, a un toque de campanilla, San P.edro
y
el
1
angel hacen alto. de nuevo, . ·esta vez para lanzarse en ·per-
secución de Satanás, que apenas adivina las intenciones_de
aquél'los, pone ..pies en pol\1oros.a, ·escondiéndose entre las fi–
las de los demás actores.
Por fin lo cogen,
y
no le queda otra alt-ernativa que
hacerles frente a 'sus dos asaltantes; trabados en combate,
los tres ruedan por el suelo, pero en ·este momento los doce
turcos acuden en defensa de los celestiales personajes
y
me–
diante su oportuno auxHio logr,an zafarse
de
su enemigo.
El diablo permanece tendido en tierra, bajo las botas
de los valientes turcos, que lo pisotean sin piedad, tratando
en vano de librarse de sus opresor·es. M-edio sofocado
ya,
sólo puede él defenderse débilmente.
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