EL CUSCO DE GARCILASO INCA
por
JosÉ
DE
LA R1vA
AGÜERO
(1938)
El aspecto
d~I
Cusco era entonces singular y pinto–
resco en sumo grado. Los indios conservaban sus vesti–
dos especiales, sus peculiares divisas .y sus tocados diver–
sos, según las regiones y provincias de que procedían.
Los de la sangre inkaica, aunque empobrecidos, llevaban
los listados mantos de suaves telas de vicuña y vizcacha.
Todavía celebraban las fiestas mayores de su religión.
En el Situa corrían blandiendo las lanzas y apagaban
en los arroyos las antorchas de la gran purificación
nocturna; y para barbechar el sacro andén de Qollqam–
pata, desfilaban entonando los cantares del
haylli
cu–
riosos cortejos engalanados de plumajes y chaperías de
plata y oro, imagen pálida de las suntuosidades rituales
de antaño
i..
El primitivo caserfo de la ciudad había
sido quemado por los soldados de Manku, quienes no
respetaron sino cuatro palacios reales: Qollqam-pata,
K.iswar-kancha, Amaru-kancha con su alta torre delan–
tera, y Qasana con el estanque sagrado, unida a la
Yachay-wasi de los Hamauttas; y además el templo de
Qori-kancha y el convento de las vírgenes o Ajlla-wasi.
1
Comentarios Reales,
lfl.
parte, libro V, cap.
II;
libro
VII,
cap.
VII.
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