algunos
cu~dros;
Basilio Santa Cruz decorador del con–
vento franciscano; Juan Espinoza de los Monteros, autor
de los cuadros que decoran los muros de la iglesia de
Santa Catalina; Marcos Zapata i Ciprián Gutiérrez, au–
tores de los lienzos de la Compañía; Manuel Sahuaraura,
alarife de la hermosa fachada del templo de San Sebas–
tián, valiosa joya arquitectural, que puede competir con
los mejores monumentos de España, dentro del estilo a
que pertenece; Melchor Huamán, autor de la escultura
de Santo Domingo i, según se afirma, de la de San Se–
bastián, ambos íconos de gran valor artístico; Diego
Quispe Ttito, cuya firma se encuentra en algunos ais–
lados cuadros religiosos. Fuera de los artistas anónimos,
como el autor del Cristo de la Catedral i el de la Merced.
Pasma la abundancia que había en el Cusco, hasta
hace pocos años, de cuadros religiosos, no sólo en los
templos i conventos, sino en las casas particulares
1
.
Sin embargo de t anta producción local, también es
cierto que se importaron obras de artistas famosos desde
Europa.
Como la obra cuajada i madura arranca de la segun–
da mitad del siglo XVI, los estilos art ísticos que más
influyeron en la producción del arte cusqueño, fue–
ron los dominantes en
España~
a partir de aquella época.
1
H O')' el
Cusco
va sufriendo, por
el
afán filisteo de la búsqueda de
objetos de arte coloniales, el más
inaudi~o
saqueo de unos vándalos que
con
el
nombre de anticuarios vienen de afuera a recolectar para la ex–
portación.
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