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De este modo, en el siglo XVII, la prosperidad de

la fortuna pública i privada, influyó poderosamente en

la producción de la obra de arte. Tantos monumentos

que encierra el Cusco son elocuentes testimonios de la

enorme riqueza de antaño i también, hai que reconocer,

del trabajo del indio.

Al amparo ausp1ciante de la paz conventual i bajo

la inspiración de una fe sincera, los artistas de la Colonia

inician su labor fecunda historiando los claustros, orna–

mentando los templos, llenando las hornacinas de los

altares o enjoyando los oratorios privados i las estancias

de la casa solariega. Se realiza una inmensa producción

artística, como no hubo en ninguna otra parte del

Perú, no sólo para satisfacer a la demanda local, sino

aun para la exportación dentro i fuera del virreinato.

Seguramente se debió tanta plétora a la existencia en

el

Cusco de una escuela de Bellas Artes, donde se estu–

diaba las escuelas dominantes de España, Flandes e Italia.

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es digno de anotarse que casi todos los artistas,

arquitectos, escultores, pintores, son criollos, mestizos

o indígenas. Citaremos algunos nombres: Juan Tomás,

notable escultor, de fines del siglo XVII, cuya obra, la

Virgen de la Almudena, que se asemeja bastante a la

escuela de Alonso Cano, lo proclama como a uno de

los mejores artistas cusqueños; Marcos Uscamaita, indio,

constructor de la torre de San Cristóbal i pintor de

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