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CARLOS CAMINO CALDERON
del .Tacalá
se ~había
preparado mejor
clar:o
ese día, y en que
tambarria del
l!edr.egatJ
o del
Barrio de los Angeles,
se
~"en,contraban las
chinas
de falda de cambray ·y diamelas en la
cabeza, que bailaban las más turbulentas
resbatosas
a golpe
de arpa y de cajón ...
!'ero como nada hay completo en la vida, en la vida mili–
tat: de Martín .había algo donde fallaba lastimosamente aque.:.
llq de "estados
mu~an
costumbres".
I;n
efecto, a pesar de la
severidad de las Ordenanzas de nuestro ejército - calcadas
sobre las de Carlos
III -
a pesar del porte marcial tan pron–
t;;~mente!
adquirido, a ·pesar de las amenazas de los sargentos,
·- y
de las burlas de los •Camaradas, la costumbre- que jamás
pudo desterrase - de usar la
nicula
para todo, probaba que
el
cuartel no había ganado completamente a Martín.
¡La maldita
nicula,
era el cordón umbilical que unía al
flama;nte soldado, Gon su anterior existencia de bmrero!.
Por lo demás, nu ca f al aba a Martín un pretexto para
cohonestar la prese cía de la
nicula
en, sus manos. Una ve–
ces, era la necesidad de estaquillar las botas dd Coronel. -
Otras veces, era la de tumbar. mangos y mameyes
pá
/,J.
Colo–
neta
que, en Truj"l1o, esperaba la vuelta del esposo suspiran–
do tiernamente,
y
encomendándolo a Dios en el Rosario a cu–
yo final, las negras esclavas rezaban un Padre Nuestro
y
un
A
ve María, por
la güena suerte
y
filicidá de la amita Doña
M::r1'Ía Chepita, prima hermat.a
de
la Birgen
Zant ísÚ·Ita .
..
Qomo Martín, lejos de intimidarse con las amenazas
y
de
empavarse
con las burlas, tenía a gala ser fiel
a
la
ninda ,
y
despreciaba
soberanamer.tea
lo3 haraganes que no sabían
manejarla, pronto se ganó el apodo de
Nicula,
apodo que fué
~olemnemente
r:atificado en la batalla de Tarqui. cuando la
terrible vara de'' corazón de algarrobo, puso patas arriba a
nueve colombianos del "Batallón Cedeño" . . .
El Coronel Nieto, de "Húsares de
J
unín" , que acababa
de
temple~:rse
en dpelo singular al llanero Cama'Caro·-la pri–
tllera lanza de Colombia, sin eufemismos - . hizo a Martín un
saludo a la r.omana en
el
mismo campo,
y
abrazó al formida·
ble
niculero.
Pocos días después de ese hecpo .de armas, en un ·almuer-