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Entre los

indios, si

bien

no

hubo un fetichismo representativo,

se practicaba un curioso ritual tendiente a extraer del cuerpo el mal

para encerrarlo, luego, en objetos que sólo poseía la persona encar–

gada de tales prácticas. El ' ' pay'' o curandero de los indios paya–

guá , después de gritar y ru:;pirar con la boca la enfermedad, sopla.

dentro de una calabaza el humo de una pipa como si quisiera darle

encierro al diablo dentro de ella (FÉLIX DE. AzARA)

Geografía física

y

esférica de las provincias del Paraguay,

pág. 356).

Este carácter mágico, que el concepto del poder maléfico sobre–

natural imprime a la medicina aborigen, se halla abonado no sólo

por la práctica terapéutica curativa, sino también preventiva, me–

diante el uso frecuente de amuletos que, bajo la forma de plumas

rojas, hilos del mismo color, collares de cabezas de serpientes, peda–

zos de huesos de cráneo, dientes y garras de animales, eran utilizados

como una fuerza de preservación contra el mal. De ello tenemos

en la medicina popular de Santiago del Estero abundantes ejemplos,

algunos- de los cuales

odrán verse al leer la segunda parte de esta

obra, que tr

ta

de los remedio p ra .l s

· tintas clases de males y

cuyas caus

eterminadas

,

e

rnacion~

demoníacas.

Una tal ntr

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ceremonias

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ral, dieron

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que se llam

o Provinci

del Tucuma:n. Dicha fama ha sido

mentada por cru:;i todos los cronistas de la época, y concerniente a

Santiago, sobre todo, por Don Juan Ramírez de Velazco, quien en

carta al Rey, escrita el 10 de diciembre de 1586, dice, entre otras

cosas, lo siguiente: ''Tuve aviso que en la mayor parte de los pueblos

de los yndios avia cantidad de hechizeros e que hazian mucho daño

entre ellos

e

por la ynformacion e indicios procedí contra ellos e se

quemaron los que confesaron el delito'' (J AIMES FREIRE :

El Tucu–

mán colonial,

1915, pág. 108).

Más claro es aún, si cabe, el P. LozANO. En su libro que trata

de la

Historia de la conquista del Paraguay, ·Río de la Plata

y

TU–

cumán,

dice: "Las supersticiones y hechicerías de los magos y encan–

tadores estaban muy válidos en esta nación y en algunas partes no

sólo los varones sino también las mujeres se hacían célebres por esta

profesión, habiendo todavía no pocos que después de haber abrazado

la Ley de Cristo profesan estrecha familiaridad con el demonio con

cuyo magisterio salen eminentes en el arte mágico".