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Los antiguos pueblos indígenas, -del Perú, de Bolivia, de ChiJe.
del Paraguay
y,
acaso también, los remotos de Llajta Mauca
(1)–
han influído sobre nuestra idiosincrasia actual
y,
por consiguiente,
sobre nuestro arte, nuestra medicina popular, etc. La razón está en
que fueron pueblos poderosos, de una grandeza radiante y sugestiva;
y
en que su · ron gra ar con · deleble fuerza, en la medula ameri-
cana, las car cte ' ticas de su ci;vi ·
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ticioso de s s e
reli i s a
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1
e conoce con el
nombre de
iago del Estero
ta a po l
o por numerosas tribus
de indios, de razas
iversas, procedentes de los cuatro puntos cardi–
nales, los cuales vivían entre ·los bosques seculares, en las márgenes
de los ríos
y
en las faldas de los cerros, al abrigo de las inclemencias
del tiempo
y
del asalto de las otras tribus. Fué, pues, nuestra pro–
vincia, un semillero de pueblos indígenas, nómades
y
sedentarios,
que se mezclaban
y
confundían, por veces, desplazándose, otras, tras
rudo hostigamiento, hasta más allá de los confines de la provincia,
donde buscaban y encontraban, a veces, el sosiego y la paz que tanto
anhelaban. Sin duda, la de los españoles fué una nueva raza· que
vino a sumarse a las ya existentes, más pujante, más señera y, desde
luego, más civilizada, que si bien acabó por destruir las tribus abo–
rígenes, ahuyentándolas a muchas de su solar nativo, no dejó, em-
(1)
EMILIO
R. W
AGNER
y
DuNCAN
L. W
AGNER:
La civilización chaco-santia-
gueña
y
sus correlaciones con las del viejo
y
nuevo mundo.
Comp. Impresora
Argentina S. A., 1934.