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ja; pero deseando saber el punto principal
de
su ansieda
r
le dijeron que continuase
y
continuó así:
·
Cuando él me consideró bastante instruídat
me
dijo una mañana que fuese a
lavarm~
qu<: me arreglas
el pelo, que me vistiese con lo mejor de
mi~
ves tidos .
~
algunos adornos más que él me dió para que me
atavl~
se. Así lo hice, volviendo luego del mejor modo que pud
aliñarme. Ví' que .él había hecho lo mismo; y nunca, co1
su llauto o diadema, con su penacho de plumas, sus or€
jeras, sus brazaletes, el sol de oro en su pecho, nunca
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par·eció ·mf.s hermoso, estaba hincado con
las mano
ojos levantados al cielo, como implorando
sus
favor€
sobre él
y
sobre mi, mi llegada le hizo interrumpir ' s
plegaria me hizo señas que me le acercase y me
hin ca~
a su lado. Así lo hice,
y
tomándome de la mano me dije
q:terida mía, hasta hoy te he mirado como a hija de n
misma: ,madre, dime ahora si aun permanece en el d
1
seo de ser mi esposa, mi compañera basta Ja muert
Esa pregunta, a pesar de que la esperaba, me hizo estr1
mecer de miedo y de gozo al mismo tiempo; pero
cti~im1
lando mi turbación, le contesté que sí. Mira Oello, n
aña~ió,
que tendrás que seguirme siempre en mis via}
y mi suerte. Te seguiré siempre I nga! le
c~mtesté.
K
t onces hLfo en su lengua no sé que súplicas al cielo
clavando su larga vara en el suelo en niedio de los dos
estrechándome la mano, me dijo, con un acento soleml
-Mama Oello, estamos solos! mas el sol nos alumbr
Dios nos ve, la naturaleza toda nos ·contempla. Pues, •
la presencia de Dios, del sol
y
de todos los seres cread
JUra que serás mi inseparable compañera, mi fiel espo
toda tu vida! Juro, le respondí y besándome la frente
luego levantándome me dijo: Somos e-sposos ! esa cab
ña, esos campos cultivados por mí son tuyos, como lo
mi corazón cuida de todo
y
prende ·fuego mientras :