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.rados' por verlo y abrazarlo. Pues bier.1, respondió 1:
Oello, tomando a su querido hijo, seguidme.
Y.
subiend<
una cuestita como de .una milla, llegaron a una loma dort
de hay nnos colles o acebuche;;. Para toma• aliento s1
~entaron
un rato
a
su sombra y observaron com0 unu:
~irnientoJ.
empezados ele una cosa' mny; grande y 1larg:
que llamó
much~
la atencióli ele los padres isleños a cos
tumbraclos a vívir en hutas angostas como sepulcro .
ni siquiera se
l~s
pasó por la
imagiúació~
que aqttella
fueset) los: cimientos del primer templo que el sol tuvid
en esas regiones tan altas, y cuya obra le dedicaba tra
bajando para sí mismo el extranjero que buscaban.
El Inca al entrarse en Titicaca no se había dejaq
ver ele na"Clie, y observaba la mayor :vigilancia aun en
~
trabajo; porque convenido con su· esposa, queria ver qu
impresión causaría 'en aquellas gentes su aparición.
Al
fué, que al percibirsé
ele
la visita por la conversació-n,
n
ditdó que fuese Ocllo con sus
padre~,
y
ocultándose
má
se ad<!lrnó· como el día de su· desposorio.
Su
esposa, qtl
instruíd<1¡ .para el caso, sabía bien que debía estar allí, err
pezó a gritar Inga. Inga
1,
Esa voz tan grata ya para él,
que repetida sigt-1ificaba la buena disposición de los
vi~
tantes, hizo que se presentase, pero como una
m~jesta
imponente.: La blancura de su rostro, la viYeza de '
s~
ojos, los
adc;~nos
de su
1)e.r50~1a,
que realzaban los refll
jos de los rayos del sol infunclierOJ1 tal respeto a aqw
llos pobrec; salvajes, que no se atrevieron a acercárcel–
y se postraron en el acto, creyéndole una divinida<
Viendo la hija el aturdimiento de· sus padres y la apn
ximación del
Inca~
los alel
'J.tódiciéndole : cercaos,
<
mi espos.o! Lo será, contestó el anciano, sin
levant~r 1~
ojos, pero ·si no es un dios, creo sí que ·es hijo del Sol.
N
o~
engañáis venera'ble padre de mi esposa, repuso el
lt
ca
inmediatamente; pero
ah'ora seré
un
individuo
de
vue