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de las calurosas playas del océano hasta los nevados pi–

cos de la cordillera,

y

cuando él calculó que era tiempO'

oportuno para realizar su em.rresa salió· con sus adorno '

de oro, su manto y su vara claveteada, · como Bacó con

su tirso, o como Mercurio con su caduce.o,

instruyendo

las tribps y haciéndose venerar hasta llegar al

·cuzco,

donde fundó su

impe~i·o

e hizo todo lo demás que nos re·

fiere la historia.

Aproximadamente 2RO años duró la dinastía itl –

cásica, fué sin duda, la raza

·m~s

fuerte

y disciplinada

que existió en el pontinente.

Los pensadores más grandes, los estudiosos más

notab les y hasta sabios de renombre se han preocupado

y han escrito sobre el

f~_moso

imperio de los Incas, aque1

lla raza r1ue hasta hoy mismo se impone en tod-o nuest ro

territorió, por su humildad, su dul zura en

el trato, stti

~ociabilidacl

y su temperamento modesto: ¿Quién no co–

noce a nn indígena kechua en nuestra patria?

¿

Quié.n1

ignora las

cualidad~ s

simpáticas que encierra dentro del

su fuero interno? Muchas personas odian a esta

raza

por distintas razones nt.árs todo ese odio y repulsión es

nada comparable con la grandeza del indígena, tan

sumi~

so, moral y benéfico 1)ara nuestra 'sociedad . Aunque hoy

está alejado de nuestro medio, se

d~envuelve

como pue

de en esas apartadas ,regiones donde vive, reducido al set

más repulsivo

y

qetestable, cual un miserable paria qm

se debate en la ignorancia y la estática de su·¡ oopio ser.

No olvidar al judío, instruirle, educarle, es hacer Patria.

Largo sería hacer una crítica sobre la ac tual exis·

tencia de la vigorosa raza kechua de antañ.o.