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nológico, que aquel que trata de las distintas clases de hechiceros y hechiceríasr
Y aquel otro de las abuciones, ayunos, penitencias etc., etc.
Una finalidad ética le obliga a salir de su pueblo, de Rucanas, e ir en pos
de mejorar las difíciles condiciones de sus compatriotas. Su ideal dice Pietschmann,
es la reorganización modelada de los métodos administrativos del Imperio de
los Incas. Quizá si trabajó como intérprete, cerca de los corregidores a los cuales
anatematiza. Y después de haber cumplido esta épica jornada, cargada de años y
desengaños, retorna al hogar. Este anciano melancólico y triste de más de ochen–
ta años, sintió palpitar en carne propia la melancólía y tristeza de su raza. Por
eso su obra está impregnada de un sabor triste. En ella está representada
el
do–
lor de
toda. su raza.
Al volver a su tierra, todo ha cambiado durante su larga ausencia. Es
tratado como un impostor. Así este apóstol del indigenismo, tiene que regresar
miserablemente a Lima, para ofrecer su único tesoro, aquel que le consumió trein–
ta años de su vida, su libro inmortal, al Rey. No se engañaba respecto al destino
inmediato de su obra, incomprendida para su época. "A algunos arrancará
lá–
grimas; a otros hará prorrumpir en maldiciones, a otros dará risa; éstos lo enco–
mendarán a Dios; aquéllos de despecho querrán destrozarlo; unos pocos querrán
tenerlo en sus manos". Hoy después de tres siglos, la queremos tener constante–
mente en las manos, para admirar una vez más el ingenio peregrino de su autor, al
par que su sinceridad y hombría al atraverse a
ju~gar
descarnadamente los su–
cesos de la época, desafiando gallardamente las llamas de la Inquisición o la có–
lera de los poderosos de su tiempo.
II
Los representantes del arte de curar en aquella pnm1t1va
civilización
fueron de varias clases. Junto a los verdaderamente prácticos, que ejecutaban
oficios quirúrgicos o curaciones médicas a base de yerbas o procedimientos fisio–
terápicos primitivos, están los hechiceros, los brujos, los pontífie&s, que hacían
oficios religiosos y practicaban empíricamente la medicina.
Se ha exagerado a mi manera de ver, grandemente la nota, al dar a los pri–
meros el calificativo de médicos incaicos. Aún los más
ejercitados,
los Ca–
masccas y Soncoyyoc de que no habla Cobo y otros, eran unos simples practi–
cones con un rudimento herbario, cuyas yerbas las administraban empíricamente,
y que empleaban a larga mano los procedimientos primitivos de masaje, fricción,
succión y las prácticas taumatúrgicas.
Veamos como los describe Guamán Poma: "yten mandamos q' los bar–
beros y seruxanos hambicamayoc-circac-quichicauan y curan con yeruas aesto"
los llamauan hambicamayoc-y a los otros parteras beatas comadres llamauan
h h .
"
uaua uac ac
!C .. ... .. .
En
el
período pre-incaico dice: " .... . . de como los dhos filosofos anti-
gos q'ellos llamauan camasca amauta runa entendían por las estrellas y cometas
y del clip del sol y de la luna y de tempestades y de ayres y de animales . . .. .. de