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"Así es como mis versos no tienen más encantos

que los Andes: los Andes son tristes

y

son fuertes;

sus volcanes son iras,

y

sus ríos son llantos"

Comenzó a escribir su obra en 1583, apenas pasado medio siglo de la tra–

gedia de su pueblo. Aún se conservaban palpitantes los recuerdos del Imperio,

Tiene un santo afán de erudición, y en todos los lugares de su largo recorrido.

consulta a los Kipukamayos, depositarios orales de la tradición. Tendrá su obra

mayor objetivación que todas las que aparecieron por aquella época, pues es tes–

tigo ocular de los fenómenos sociales. Y aún hay una similitud entre los usos y

costumbres de su tiempo y de aquel que le . precedió inmediatamente. Por eso

dice para atestiguar la verdad "esto lo ui yo en tiempo del corregidor", tal; "es–

to pasa antes y agora", etc. Por eso hay que concederle veracidad a sus relatos.

Aunque hay en su libro incoherencias saltantes con respecto a los accidentes de

la política y a la cronología de los acontecimientos; o que por su ingenuidad y

simpleza dé torcidas interpretaciones a los fenómenos sociales, hay que conve–

nir que constantemente se expresa el autor

ab imo pectore,

con la mayor since–

ridad, poniendo como se dice la mano en el corazón.

Debemos fijarnos que nunca cita a cronista contemporáneo suyo. Segu–

ramente que los ignora dada la falta de bibliotecas y la pobreza de nuestro autor.

Por eso sus aseveraciones son de primera mano, inspiradas en los mismos hechos

de los que fué testigo. Se pudiera agregar un dato más para probar la autenti–

cidad de sus relatos. Es su edad avanzada de 80 años hacia 1613, en que terminó

de escribir su obra. Por tanto habrá nacido hacia 1533 o sea el inicio ·mismo de la

Conquista.

Es desde luego la "Nueva Corónica" una obra de profundo autoctonismo

y

tiene una valiosa documentación de primera mano para establecer la medici–

na indígena. Desperdigados aquÍ y allá, entre un montón de datos, hay mucho

de la medicina autóctona, aún cuando el minucioso autor nos dice de antemano

que no es su objeto escribir sobre ella; "esto de las medicinas no lo escribo porque

d

,

"

no pue o mas . .. .. . .

Lástima y grande será que deliberadamente no se propone escribir sobre

medicina, pero quiera que no, tiene que tocarla y las veces que lo hace es para

darnos una idea de los barberos y cirujanos, de los hechiceros, de las idolatrías,

etc. etc. En ella están consignados los representantes del arte de curar, los pon–

tífices

y

hechiceros, con su indumentaria característica; la vida sexual con sus

desenfrenos, el trabajo en las minas con su higiene precaria, el cultivo de la coca,

el empleo de ciertas plantas, los ayunos y las procesiones, la fiesta de la Citúa,

la muerte y el embalsamamiento, las purgas y sangrías, así como el masaje, la suc–

ción, la psicoterapia empírica, etc. etc.

Nos cuenta el autor, la vida Íntima del Virreinato, la vida de tejas aden–

tro, con sus castigos sin cuento, con sus aberraciones

y

desvíos, y como un nuevo

Virgilio,nos muestra un camino lleno de tinieblas. Pero está un tanto desadaptado

al nuevo orden de cosas, y él todavía vive la vida apacible de sus antepasados