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El tercer capítulo está dedicado a estudiar las costumbres del

elemento

indígena. Comenzando por la sexualidad, siguiendo por

la embriaguez al–

cohólica, el abuso de la coca, el estudio de los sacrificios humanos y de animales

y terminando por los sistemas primitivos de purificación, penitencias y ayu_nos,.

o

,

o

con sus ceremomas caracter1st1cas.

El estudio de las enfermedades, constituye el objeto del capítulo IV. El

estudio de sus causas, de la longevidad aparente de los antiguos pobladores, te–

ma que defiende el ladino cronista, de las epidemias por gérmenes o virus y de las

consecuencias directas de éstas. Luego la descripción de algunos procesos de sin–

tomatología dramática o aquellos que afectan el soma, como la epilepsia,

el

mixe–

dema, el

nani~mo,

el mal de Pott,

y

por último el estudio de los envenenamientos

y de las intoxicaciones derivadas del laboreo de las minas: las producidas por

el

mercurio y las neumoconiosis.

El capítulo V está dedicado al estudio del folklore. Se trascribe una pá- .

gina brillante sobre hechiceros y hechicerías. Luego el uso y abuso de

amuletos~

Una canción sobre el empleo del cráneo del vencido como amuleto. Después.

las abusiones y los agüeros.

El último capítulo esta ded?cado a la terapéutica. El empleo de las purgas

y sangrías para mantener la salud física. Luego el clíster? (uilcachina). Des–

pués la mecanoterapia, reflejo-terapia, la succión, y la psicoterapia.

Las descripciones originales, van objetivadas con 25 figuras, que repre–

sentan otros tantos motivos médicos.

En la traducción de los términos quechuas, me l-a prestado su valiosa co–

laboración el Sr. J.M. Farfán, a quien agradezco sinceramente. Lo mismo al Dr.

Luis E. Valcárcel, que me ha dado toda clase de facilidades en el Museo de Ar–

queología Víctor Larca Herrera para la confección de este trabajo

1

Declaro de antemano mi simpatía por este escritor indio, cuya "Coró–

nica" es un emporio de datos y un derrotero inapreciable para investigar en las

costumbres y en la medicina de los tiempos pasados. Pero también declaro que–

mi simpatía se ha acrecentado con el estudio exhaustivo

qu~

he hecho de esta obra,

Sólo así, es como en forma justa, se pueden emitir juic.ios sobre este escritor vie–

jo y jóven a la vez, cuya Crónica ha sido ya tachada, aunque con cierta ligereza

por

algún

escritor.

Desde el año

1935

la conocí en París, cuando recién la estaba publicando

el Instituto de Etnología. Después la he estudiado y he emitido diversos comenta-