MIS MONTARAS
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por causa de un suefio triste. Vinieron a interesar
mi atencion unos rumores para mi desconocidos,
que llegaban del lado de la gruta: pareda como
si
en el fondo habitasen gentes de siniestra vida, o
seres sobrenaturales que celebrasen asambleas
tu–
mnltuosas, conferencias a media voz, platicas
entr~cortadas, ceremonias de cultos secretos, en los cuz.–
les desfilasen numerosos concursos al son de can–
tos graves
y
roncos, sin modalidades ni graduacio–
nes de notas largas
y
solemnes,
co~
coro de mon–
jes
--en
un subterraneo;
0
bien, de subito represen–
tabame la imaginaci6n una
Salamanca
desconocida
de los hombres de
la
comarca,
y
esos ruidos eran
los ecos lejanos de las fiestas horripilantes de bru–
jas
y
brujos asquerosos, entremezclados con demo –
nios en vacaciones, cancun·entes con permiso de!
rey del abismo; se oian los estruendos de las dan–
zas grotescas
y
brutales, se adivinaba los trajes
y
las actitudes obscenas, las rondas desordenadas, las
risotadas estrepitosas, combinadas con una musica
de sonidos
sin
resonancia ni vibraciones, como si se
tocara para que bailasen condenados a muer,te en
el mismo tambor de la ejecuci6n; luego un hondo
silencio,
y
t
desp.ues, una ilusi6n diversa; oiase con
claridad casi indudable, palabras de timbre solem–
ne, como de general que diese 6rdenes terminan–
tes a secas en una avanazada nocturna; chasquidos
de alas inmensas que se baten con fuerza para em–
prender un vuelo precipitado, silbando en seguida
al cortar el aire; crujir de huesos roidos por dien–
tes de acero, y aplicando con mayor intensidad
el
oido, se percibia muy leve, pero distinto, el piar
de pol1uelos que se aprietan debajo del ala matern3
para abrigarse todos a un tiempo.
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