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JOAQUIN V. GONZALEZ
tan sobrcsaltados cual
si
un globo luminoso hu–
biese estallado dentro del craneo.
y
0
no veia mas
que el azul inconmensurable,
y
sabre la tela infi–
nita donde los astros son chispas de fuego, mis
ojos, mi pensamiento,
mi
fantasia, seguian fasci–
nados al ave majestuosa, semejante a una estrella
apagada que fuese par ultima vez surcando
el
fir–
mamento, para sepultarse en
el
misterio de las som–
bras eternas. Por la imperceptible atracci6n de mi
mismo, absorbido por la idealidad, perdi bien pron–
to la conciencia de
la
vida,
y
era ya un espiritu ala–
do, flotante en el vacio, pero fascinado por la vi–
sion del pajaro enigmatico, viajero infatigable-que
yo seguia sin sabe1· a d6nde,
ni
darme cuenta de
su derrotero ni de su destino. Cuando el punto som–
brio se confundi6 con la tinta azulada del eter,
el
fen6meno psiquico convirti6se en algo que apenas
acierto a definir : senti como
~i
el ser ideal quc
vi–
via por mi,
5e
hubiese diluido tambien en el vacio,
coma la luz del dia se diluye en
la
media claridad
del crepusculo,
el
aroma de las selvas en el aire,
o com., .:e a p aga la nota musical con las ultimas
osciiacion 1..s .:le la onda sonora.
Bien pronto las estrellas comenzaron a encender–
se en diversos puntos de la esfera, coma las luces
de un gran templo, sorprendiendo los ojos; empe–
zaron a acallarse los ruidos
y
a venir ese susurran–
te silencio del crepusculo; pr:mero dulcemente, co–
ma zumbido de mariposa inc ·p6rea, y despues so–
noro y limpido, coma voces de fia utas campestres.
de notas interminahles, escuchadas a lo lejos en
di–
versas direcciones. El colorido del cielo interior, re–
flejo del externo, se torna por grados en nebulose
y
melanc6lico, coma si entrasen velos finisimos.