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178

JOAQUIN V. GONZALEZ

tan sobrcsaltados cual

si

un globo luminoso hu–

biese estallado dentro del craneo.

y

0

no veia mas

que el azul inconmensurable,

y

sabre la tela infi–

nita donde los astros son chispas de fuego, mis

ojos, mi pensamiento,

mi

fantasia, seguian fasci–

nados al ave majestuosa, semejante a una estrella

apagada que fuese par ultima vez surcando

el

fir–

mamento, para sepultarse en

el

misterio de las som–

bras eternas. Por la imperceptible atracci6n de mi

mismo, absorbido por la idealidad, perdi bien pron–

to la conciencia de

la

vida,

y

era ya un espiritu ala–

do, flotante en el vacio, pero fascinado por la vi–

sion del pajaro enigmatico, viajero infatigable-que

yo seguia sin sabe1· a d6nde,

ni

darme cuenta de

su derrotero ni de su destino. Cuando el punto som–

brio se confundi6 con la tinta azulada del eter,

el

fen6meno psiquico convirti6se en algo que apenas

acierto a definir : senti como

~i

el ser ideal quc

vi–

via por mi,

5e

hubiese diluido tambien en el vacio,

coma la luz del dia se diluye en

la

media claridad

del crepusculo,

el

aroma de las selvas en el aire,

o com., .:e a p aga la nota musical con las ultimas

osciiacion 1..s .:le la onda sonora.

Bien pronto las estrellas comenzaron a encender–

se en diversos puntos de la esfera, coma las luces

de un gran templo, sorprendiendo los ojos; empe–

zaron a acallarse los ruidos

y

a venir ese susurran–

te silencio del crepusculo; pr:mero dulcemente, co–

ma zumbido de mariposa inc ·p6rea, y despues so–

noro y limpido, coma voces de fia utas campestres.

de notas interminahles, escuchadas a lo lejos en

di–

versas direcciones. El colorido del cielo interior, re–

flejo del externo, se torna por grados en nebulose

y

melanc6lico, coma si entrasen velos finisimos.