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vente; que María Nube es una de las que r.ecibe11
ll\
cinta azul.
Al
oír tal nombre
el mozo se en('amina
dpicla–
meute al templo, en compañía de su ii1terlocutor
y
rui e11-
traf': atrnvi esan la plaza, los rnnrurrentes diri ge11 c1irio–
,-¡1s miradas a P aquito, el mue:hae:ho desarrarado
y
tra . -
quilimocho, de menos de tre. años h ace, que había r e–
gresa do ele la Costa habl an do de otro modo y hecho t o–
do un señorito inabordable.
-
¡Que mar avilla serán esos mundos de B alao
~,
Zamborondón!....
Y el dandy penetra en
h
iglP.sia parroquial con ai–
re el más prot ctor,
uodálllclose en pie cen'a de la pila
de agna bend,i a,
. sacando a cada momento su luciente
r elojote ele
nihl.
:B.in11
eleva
·ión
ai]J
nas si hace amago
de dobl ar la r
8.il
1obre el ele comuna} pañuelo mora–
do de seda,
a o lo
cand ahza, esmerándose por pare–
t:.:er el señorito muy descr eído y muy radical.
En el altar, radiante de ci rios y euni eblada de in–
cienso, entre oropelería y derroche de flore' pueb lerina ,
María foma culada, la Virgen de las hijas de M;.1ría, yer–
g ue su clásica escultura., en molde de la
in spiración ele
Murillo.
Y
ante el Cura, paramentado
COH
casulla azul
y
o–
ro, van pasando las hij as de María, r ecibiendo la
in–
signia congregacionist a, como otros tantos
frescos rami–
lletes a los que se atara con una cinta de plata y azul.
Entre la devota falange esplende María Nube,
la
in ·igne belleza del pueblo, en cnyo amor no había efebo
del lugar que no hubi era soñado en vano ni estudiante
venido a la aldea, de pa, eo
qne no hubiere desgrana–
do en loanza de su h ermosura la.· má.
entusiasta · fra-