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prometedores de vida y movimieuto, que se van de bra–

cero con el arte por la avenida del éxito. Aquí t all

ó–

lo el corto dato de la superstición, de la usanza, -care11-

e.ia

del movimiento artístico-es decir, el indócil em–

brión que el artist a habrá de cultivar con doble es–

fuerzo , Inquiriendo el t emperamento, adivinando la

psicología.

El

derrotero y la reacción. Poniendo escena,

para el apunte ta.lvez de mera diccionarización.

Y si de lo objetivo del punto de partida no e

ha de concluir la ruptura con la tesis de lo llamado

arte puro, que priva en la concepción estética moder–

na; el esfuerzo de dar vida propia al dato del folk--lo-

11e-más propi© para fondo de cuadTO que para el cua–

dro mism©, y sí lo emplean los grandes novelist as

modernos-dej a el a unte aprovechable en otros planos.

El drama, la nove a lugareños. Lo del

terroir ,

que di–

cen los críticos franceses . El terrufio. Como principal–

mente en la liter atura hispana y la italiana.

Y puede dejar, asimismo, el dato sociológico, taJ1

de sabor moderno,

y

hasta de moda patria. El alma de]

pueblo nacional, no muy diferente de región a r egió11 ,

especialmente en la meseta andina. El alma del pue–

blo. Con su tardío desenvolvimiento, que es como

mi

estado latente, como una materia sin fuerza qu e

ltt

sobreactúe. Es el pueblo, t al como ha llegado a seT,

por reacción remotisima con el estado cultural medi o

ambiente. Y t al como puede hacersele que llegue a

devenir.

Aquí el pueblo morlaco. Un t anto sombrío, es dP–

cir, meditativo; profundamente religioso, casi místico ,

es decir, enteramente permeable para la t rayecto ri a

espiritual. Y supersticioso

y

leyendero, es decir, poet a. Y