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ERNESTO MORALES
Comienza el libro I con disquisiciones que hoy
nos parecen pueriles
a~erca
del
Universo, Del prin–
cipio y origen del mundo, y como fueron criados y
ptoducidos todos los cuetpos simples que en el se
enciecran .
..
Pero pronto baja el cronista de esos
pianos para concretarse a lo que
et
vi6 en lndias,
y entonces se hace Util, interesante y hasta ameno.
Describe el imperio del Inca, sus particularida–
des geograficas y climatericas, sus montaiias, rios,
sierras, llanuras; las calientes tierras
yuncas
en la
parte oriental de la Cordillera, tierras humedas y
malsanas, pero tan ricas en . vegetaci6n que el cro–
nista se consagra a elogiar detalladamente su ri–
queza:
maguey, yucas, batatas, lirenes, achiras, ra–
cachas, mani, yacones, giquimas.
. .
Al hablar de
la sierra, es curioso lo que afirma de unos vientos
llamados
tomahaves,
vientos "muy secos, asperos y
desabridos; que levantan grandes polvaredas y que
- asegura - desecan notablemente el cerebro y
encienden
la
c6lera, de suerte que con muy pe–
queiia ocasi6n se encolerizan los hombres sobrema–
nera, y asi son por este tiempo en los pueblos de
las sierras, como en Potosi y otros, mas frecuentes
las riiias y homicidios" . . . Al describir los llanos,
habla de los
mabamaes
(de
mac-baumi,
en qui–
chua, rezumarse, empaparse) , tierras a las que los
incas transformaban de yermas en fecundas, me–
diante un laborioso e ingenioso sistema de irriga–
ci6n por
hoyas.
Al desc.ribir las particularidades del reino mi-