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ERNESTO MORALES

por felicidad. La felicidad, a la multitud romana,

proporcionabasela Neron con los especta,c,ulos san–

grientos del circo.

El

buen tirano,

por otra parte, es una ilusion;

quizas tan ilusi6n como

la

misma felicidad: una

utopia.

Marco Aurelio, sabio y fi16sofo, emperador de

Roma, no pudo, seguram,ente, dar la felicidad a

su pueblo. Y

buen tirano

como el, no apareceran

muchos.

Pero

la

mayor falla que podrfa hallarse al re–

gimen del

buen tirano

ideal, hacia el que en este

momento de crisis parecen volverse muchos espi–

ritus angustiados, es que detras de

et

deja el caos.

Despues de Marco Aurelio, C6modo: un tirano

bestial.

La historia puede darnos mas de un ejemplo

elocuente y demostrativo de esto: que el

buen tira–

no

no tiene poder bastante para dar libertad y jus–

tic.ia

a todos, que esto es la felicidad. Es decir,

entonces, que el

buen tirano

ideal nunca ha exis–

tido. Y tambien esto: que la libertad y la justicia

se adquieren trabajosa y penosamente en una len–

ta superacion de siglos, porque solo cuando la ma–

yoria de un pueblo ama la justicia y quiere la li–

bertad, estas son suyas.

El triunfo de la democracia sera asi un triunfo

de la superacion espiritual, no un resultado electo–

ral, simplem,ente. La democracia no es posible sm

haber alcanzado un alto nivel de cultura.