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ERNESTO MORALES
plir su circulo de la misma manera que el torpe o
el perezoso. Esta falta de estimulo, que lo redu–
cia a la pasividad, redundaba no solo en perjuicio
propio, sino que restaba a
la
comunidad las mas
ri.c.asposibilidades. El anverso lo hallamos en que
nadie podia quedar en la miseria. El Estado pa–
ternal velaba por todos y hacfa imposible que pu–
diesen existir mendigos. De este modo, ciertas pa–
siones habian sido extirpadas del alma quichua:
no existian ambiciosos, por ejemplo. El antiguo
peruano - dice Prescott - "recorria el mismo
circulo que sus padres habian recorrido antes que
et,
y en que habian de seguirle sus hijos. La po–
litica de los emperadores Incas consistio en difun–
dir en sus subditos un espiritu de obediencia pa–
siva y de tranquilidad, una conformidad comple–
ta en el orden de cosas establecido". Lo consiguie–
ron, pero quizas a .c.osta de muchas inteligencias
ahogadas. Redujeron la mayoria a un estado de
cosa informe, de rebafio, e hicieron posible asi que
un pufiado de hombres audaces, encendidos, se
apoderasen de un imperio de miles de seres, solo
porque se habian apoderado del
buen
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que
los regia. La falta de iniciativa personal paralizo
a esos miles de hombres mansos, sumisos, obedien–
tes de una cabeza.
El antiguo
ayllu
-
conjunto de varias fami–
lias patriarcalmente gobernadas por un anciano -
fue habilmente aprovechado por Manco Capac y
los demas Incas fundadores de la grandeza impe·