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ERNESTO MORALES
permitia un relativo bienestar material a la vez
que le restaba vida a los anbelos de
la
mente. Ine–
xorable. el
btten tirano
asia a su siibdito desde el
nacimiento y lo alimentaba basta la muerte, ri–
gifodole sus diversiones, su matrimonio y su labor
de todos los dias, no penosa, pero si constante.
El antiguo peruano no conoci6 el bambre ; pero
tampoco foe duefio del albedrio. instrumento el
mas codiciable de la esperanza bumana. Prescott
se muestra inflexible para condenar
la
civilizaci6n
incaica solo por esto: "Donde no bay albedrio, no
puede baber moralidad. Donde no bay tentad6n,
pocos derecbos puede baber a llamarse virtuoso.
Donde la ley dispone rigurosamente la rutina. a
la ley
y
no al hombre pertenece el merito de
la
conducta. Si es el mejor gobierno aquel que .me–
nos se siente, el que usurpa menos parte de la li–
bertad natural del siibdito,
la
parte esencial a la
conservaci6n de la subordinaci6n civil. entonces de
todas las clases de gobierno inventado por el hom–
bre,
la
de los peruanos es
la
que menos derecho
tiene a nuestra admiraci6n" ( l).
El
buen tirano
Inca, a cambio de asegurar
la
manutenci6n a todos los individuos de su pueblo,
les habia usurpado el albedrio, es decir, su mas va–
liosa condic,i6n de hombres. El Estado era absor–
bente a punto que, con promesa de realizar jus–
ticia, absorbi6 de tal manera
la
libertad de los
( l)
Historia de la Conquista del Peru.
Libro I, cap. V.