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ERNESTO MORALES

y Huayna Capac, sabio, Ueno de visiones e

in–

quietudes metafisicas.

A pesar de todo ello, cuando una fuerza extra–

iia se present6 a combatirlo, el imperio del

buen

tirano,

de tan s6lida apariencia, se derrumb6 estre–

pitosamente al primer embate. Y es que todo sis–

tema no construido sobre el anudamiento de las

voluntad~s

de la mayoria, sino levantado bajo la

protecci6n del

buen tirano,

aunque este sea pater–

nal, es fragil. Lo prueba una vez mas el ejemplo

inc.aico: lecci6n que pueden aprovechar los que,

si bien intencionados quizas, mal iluminados, vuel–

ven otra vez la mirada inquisitiva hacia el regi–

men de gobierno, ya preterito, porque fue supera–

do. Y esto, aun creyendo en la posibilidad del

buen tirano,

mito cuya existencia esti por demos–

trarse.

En sus

Cartas americanas,

el conde Carli, a

ti–

tulo de curiosidad, hace ver las coincidencias que

existen entre chinos y peruanos. Mas tarde, obser–

vadores profundos ban querido hallar razones de

parentesco racial entre unos y otros, mediante la

comprobaci6n de estas coincidendas. Si a un re–

gimen de gobierno se pareci6 el incaico, es al del

imperio chino. El

bijo del Cielo

y el

bijo del Sol,

gobernaron igualmente desp6ticos y paternales, so–

bre un pueblo sumiso y supersticioso. Ambos mi–

rarian a

sus pueblos

como una masa de seres, no

muy superiores a bestias domesticadas y sobre los

que se sentian tan alto que podfan experimentar